domingo, agosto 30, 2009

La novia de Leo Dan


por Julio Carreras (hijo)

En el verano de 1960 nadie escuchaba a los Beatles en Santiago. Elvis Presley: apenas una referencia lejana. En los "vermús" juveniles, se bailaba con los Teen Tops y Brenda Lee. Las verdaderas estrellas eran "Los Demonios", con Leo Dan.
En una sociedad sin televisión (esta llegaría en 1964), nuestra cultura consistía en un circuito cerrado. Siempre animado por personas tangibles...
Yo cumpliría los 11 años en agosto, y aún no iba a los bailes. Los sábados, alguna fiesta de las cercanías proyectaba figuras en mi mente. Acostado en la oscuridad, con la suave brisa inflando las cortinas, y la sombra de los árboles facetando las paredes, me dormía extasiado con las parejas que danzaban (en mi imaginación). Ellas llevaban blancos vestidos largos; ellos trajes oscuros, zapatos relucientes, cabellos aplastados con fijador.
Mi mente percibía detalles. Por ejemplo, un collar de perlas en el largo cuello de una muchacha hispana.
Nuestro modelo de belleza, eran las hispanas. Aún no había irrumpido con tanta fuerza como lo haría muy pronto, la rubiez. Una mujer o un hombre rubios eran un tanto exóticos por entonces. Lo deseable, lo socialmente consagrado, eran las personas blancas con cabellos negros, ondulados. Y unos hermosos ojos oscuros, profundos, bajo una frente serena, sobre un cuello largo, aunque no muy delgado.
Del mismo modo como imaginaba los bailes y las fiestas de gala, yo me representaba las actuaciones de Los Demonios del Ritmo con Leo Dan.
Sentado en una reposera, bajo un nutrido paraíso, que proyectaba sobre mí una sombra suave pues el único farol estaba como a cien metros de mi vereda, debía colocar un cable largo que me permitiera enchufar la radio poniéndola sobre una silla, en el jardín. Algunas noches venía una vecinita, como de 8 o 9 años, y con una naturalidad que me sobrecogía tomaba su lugar a mi lado. Con frecuencia me sentía pecaminoso, debido a las sensaciones que provocaba en mi cuerpo su pierna suave, apoyándose sobre la mía, cuando ambos llevábamos shorts. Ella era muy bonita, un tipo parecido al de "Liz" Taylor, sólo que ¡tan niña!, como para obligarme a constantes autorreproches, cuando osaba sentir siquiera un dejo de erotismo (aunque tampoco sabía entonces que dicha sensación se llamaba así) con su contacto. De inmediato asumía la actitud de "un hombre grande", ponía a la niña bajo mi responsabilidad, sintiéndome un Caballero medieval y le enseñaba "cuestiones sabias". Como por ejemplo que la figura de las lunas llenas develaba el perfil de la Virgen sobre un burrito, con el niño en brazos y San José, durante su huida a Egipto.
Entonces escuchaba a Los Demonios con Leo Dan, viendo en mi cerebro las multitudes que los aclamaban en el Salón Teatro Auditorium de LV 11, Radio del Norte, desde la ciudad de Santiago del Estero, como se ocupaba de recordar constantemente el excelente locutor, un hombre muy buen mozo y engolado, a quien llamaban "El Pibe" Hernández.
Los Demonios del Ritmo tocaban "El rock de la cárcel" y Leo Dan cantaba imitándolo a Enrique Guzmán. Después venían "Confidente de secundaria",
"Buen rock esta noche", "Muchacho triste y solitario"... Yo escuchaba esos temas no como mera música bailable, sino como genuinas lecciones de vida. Hacía míos los conceptos expresados por las letras, consideraba aprender sobre la existencia humana a través de sus sentencias.
"Cuando te tomo, de la mano... y tú me dices: yo te quiero... no necesitas ni decirlo... cuando te vi, yo lo comprendí... Es el amor que soñé,
y sin pensar me enamoré...": tales conceptos dibujaban en mi mente un proyecto, el que debería cumplir cuando tuviera edad suficiente y pudiese tener novia:
"...Cuando de pronto te miré... no sé explicar lo que sentí... supe que sólo esa mujer, sabría hacerme feliz... sin meditarlo me acerqué: te dije "nena" quiero ser, el que te lleve hasta el altar..."
Tomaba en serio cada cuestión que en mi vida emprendía. Entonces me decidí a tocar la guitarra, pues quería subir a un escenario y compartir desde allí lo que mi corazón decía. En realidad ya lo venía haciendo, más o menos irregularmente, desde los 7 u 8 años, pues odiaba las lecciones de piano (no por el instrumento, sino por las tiránicas profesoras), pero no podía vivir sin música. Entonces Víctor Landriel, un muchacho del campo, entenado de mi tío Mariano, que endulzaba sus horas nostálgicas con la guitarra, comenzó a enseñarme con afecto y paciencia algunos punteos. Lo primero que aprendí, recuerdo, fue "Nunca en Domingo".
Leo Dan representaba, para mi criterio, la encarnación de Enrique Guzmán en Santiago del Estero. Además era buen mozo, peinaba su cabello castaño con el "jopo Presley", y ostentaba una personalidad agradable. Nunca hablé con él, ni siquiera lo vi de cerca; sólo escuchaba decir: "Leo Dan es humilde", bueno, "nunca se siente una estrella, comparte su existencia con todos", es "responsable" (esto con referencia a sus estudios, pues estaba a punto de graduarse como Técnico Agropecuario). Entonces, representaba también, para mí, un modelo.
Poco más tarde, cuando él ya había viajado a Buenos Aires, "para triunfar" completé esa composición de ensueño conociendo a su novia. Debe de haber sido en 1961, según creo, pues este fue el año en que trasladaron la Academia de Bellas Artes a la avenida Belgrano, entre Pueyrredón y Tres de Febrero, muy cerca de mi casa. Debido a ello, podía ir caminando.
Solía cambiar de itinerario, siguiendo repentinas intuiciones, pero con lo rutinario eran las veredas de la ancha avenida Independencia. Allí, sobre la mano izquierda -yendo desde el Sur-, poco antes de la calle Tres de Febrero, donde debía doblar, habitaba esa muchacha... La vi una tarde, recuerdo, suave, apoyada en su ventana del primer piso... Vivían en un chalet morisco, con paredes blancas, techos de tejas a dos aguas, apoyados en tirantes de madera marrón. Casi me detengo extasiado al verla: muchacha rosada, de cabellos castaños, usaba siempre vestidos claros, con volados, y su expresión era dulce y calma. Alguien me dijo luego -no sé quién: "esa es la novia de Leo Dan".
Pronto tuve más detalles sobre aquella aparición divina: "¡es hija de José Fahrat!..." Esto significaba mucho para mí. José Fahrat era un hombre imponente, a quien yo veía de lejos algunas veces, cuando iba a buscar a mi padre en su trabajo. Tiempos de persecución para familias como la nuestra, con un gobierno impuesto por militares pro-norteamericanos, cada recuperación de un espacio político para la Cultura Nacional era saludado en mi hogar con entusiasmo. El hombre, de grandes bigotes, ojos sardios, fumaba en pipa y usaba un poncho marrón sobre el traje, en invierno. Ello lo hacía lejanamente parecido a Jauretche (todos signos positivos, en nuestra estética nacionalista).
Por esas tardes yo había decidido fumar. Creía que esto aceleraría mi madurez y deseaba tener muy rápido una voz bien gruesa.
En esa misma vereda donde vivía la novia de Leo Dan, solían jugar dos chicos, varoncito y mujer, hermanos, de unos siete u ocho años, apellidados Durgam. Una tarde al pasar yo, la chiquilla, rubia, levantó sus ojitos desde los juguetes y me habló:
"Ché, ché...", exclamó: "qué hora es" (yo llevaba un reluciente relojito cuadrado, chato, sobre mi muñeca e iba en mangas cortas).
En el acto reaccionó su hermano, reconviniéndola:
"¡No le digas ché...!", censuró a la niña "¡decile señor!... ¿no ves que fuma?..."
Quizá la tarde de un sábado -pues sucedió en un horario en que durante la semana debía ir a la Academia-, regresaba del centro por aquella vereda, preferida ya al saber que allí vivía esa muchacha -y también otra de la que ya conté algo en estos mismos apuntes. Singularmente, ambas referían a Leo Dan: la primera, por ser su novia, la segunda, por llevar un nombre -María Helena-, que el cantante iba a hacer famoso más tarde, con una canción.
Apenas cruzando la esquina de La Normal, mi corazón dio un salto: ¡ella estaba en la puerta!... vaporosa, como en un cuadro de Monet, vestía de blanco y miraba lánguidamente hacia el cielo, apoyada sobre el grueso portón de madera.
Fui reduciendo la velocidad de los pasos a medida que iba acercándome a ella y sin quitar mis ojos de su persona. Al llegar donde estaba, sencillamente me detuve:
"Buenas tardes...", dije...
"Hola...", contestó ella...
"¿Es usted la novia de Leo Dan?", pregunté.
La joven lanzó una corta carcajada, cristalina...
"¡Sí...!", contestó "pero no me trates de usted... me haces sentir vieja..."
No recuerdo los detalles de nuestra conversación. Recuerdo sólo que yo me sentía volar. Debo de haber estado allí unos veinte minutos, media hora tal vez, hasta que la joven me despidió con un beso luego de avisarme que ya debía entrar.
A partir de entonces me sentí comprometido con su destino. Seguía por las revistas, la radio o los comentarios, la trayectoria de su novio, Leo Dan. Imaginaba un futuro feliz para esa pareja, de cuya mitad femenina me sentía ahora "amigo".
Pasando por su vereda, de lejos, a veces la veía en su ventana en lo alto: desde allí, con sus manitas blancas, ella me saludaba.
Muy pronto padecería una de las primeras decepciones sentimentales de mi vida. Por una revista frívola -Radiolandia, creo...- me enteré de que Leo Dan se había casado: ¡con una Reina de Belleza... de Mar del Plata!
Me sentí muy mal, molesto, indignado... ¡ella, mi amiga, su novia, lo estaba esperando! ¡Era lo que había prometido él!...: ¡Ir a Buenos Aires, triunfar, y volver ya con una sólida posición económica formar una familia, tener niños en su provincia, Santiago...!
Pero no. Olvidándose de su origen humilde, de que pese a ser de extracción social superior a la suya, la niña lo había aceptado, confiando en su palabra... el ahora exitoso cantante había renegado, no sólo de sus afectos, sino también de su provincia... ¡de su raza!... ¡Pues la muchacha era, incluso, una especie de sajona o germana, muy rubia, de ojos claros!"...
Muchos símbolos nefastos para mi educación familiar.

A la novia de Leo Dan -que llamo así pues no he grabado su nombre en mi memoria-, nunca más la vi. En verdad, desde lo sucedido, evitaba esa vereda, como avergonzado por el contratiempo. Quise borrar, desde entonces, esta pequeña historia que -para mi sensibilidad de niño que recién asoma a la juventud, lleno de esperanzas- había salido tan mal.

Julio Carreras (h)

viernes, agosto 21, 2009

Guanacos malvados

La Golden Picks Minería S.A., por intermedio de su apoderado, el Geólogo Ricardo Bagalciaga, desmintió haber contaminado la zona de Lonco Trapial, cercana a Paso de Indios, provincia del Chubut, pero admitió la posibilidad de que existan pozos de perforación abiertos y culpó por ello a los animales de la zona.



Ricardo Bagalciaga, Geólogo, Consultor y Apoderado de Golden Peaks, reconoció a LU17, que “algún piletón puede haber quedado abierto pero aseguró que “los químicos utilizados para los trabajos de exploración están fabricados a base de aceites vegetales”, por lo que serían biodegradables y no contaminantes.

Sus dichos desmienten parcialmente la denuncia realizada por Leandro Payal, propietario del campo La Sierra, ubicado a 100 kilómetros de Paso de Indios, en la zona del Lonco Trapial , quien afirmó que la Golden Peaks Minera SA., luego de los trabajos de exploración en su propiedad había dejado 26 piletones con agua contaminada que se escurren hacia el Río Chubut y varios pozos abiertos de 150 metros de profundidad.

La minera realizó hasta el año pasado trabajos de exploración, en la zona, en búsqueda de oro que quedaron suspendidos –según Bagalciaga- por la crisis internacional. Sería por eso que la minera decidió no restaurar los caminos de acceso a los puntos de perforación porque “está planeado seguir con los trabajos”.

Con respecto a los pozos abiertos, Bagalciaga afirmó que la minera “trabaja responsablemente” y que “lo normal” es que los pozos se cierren, pero reconoció que al suspenderse los trabajos él no había visitado más el lugar, por lo que no pudo constatar que efectivamente estuvieran sellados.
El apoderado de Golden Peaks SA., dijo que los pozos se cierran con un cerrojo de plástico pero que esa “tapa la puede haber abierto cualquier animal”, descargando la responsabilidad sobre la fauna silvestre de Paso de Indios.


Fuente: lu17.com

jueves, agosto 13, 2009

Sé que se van a reír...

Pero resulta que una empresa grande de turismo (Quark) que va a la Antártida ofrece un viaje para dos personas con todo pago al que se comprometa a escribir durante el viaje y contar la experiencia. Bueno... (ruborizado) resulta que me anoté. El tema es que te ponen un blog, y debés comenzar a escribir explicando porqué querrías ir:

¿Qué hay allá abajo? (Tal vez debería decir “arriba”). No es sólo hielo y pingüinos. Es otra novela del mundo, casi inédita, quizás inescrutable. Repleta de fantasías y atávicos recuerdos. ¿Cuántos no leyeron “La Noche de los tiempos” de Barjavel? Me agradaría ir para contarles una historia (me gusta hacerlo), y así llevarlos conmigo.
Quizás podría comenzar así: “Navegamos en un mar oscuro de frío y fantaseo con hallar mi propia ballena blanca. Desde la proa del Leviatán que me transporta, esfuerzo mis ojos para divisar en la noche sin luna, perforada solamente por las estrellas más australes, los primeros trozos de hielo milenario. El viento arranca lágrimas, y pronosticó el Capitán que nevará mañana. Surfeando sobre una ola, más temprano, un osado elefante marino nos saludó transmitiéndonos un mensaje privado, incomprensible pero evidente, que me dejó admirado por su valor al enfrentarse solitario a este animal inmenso que sin duda somos para él. Quisiera, -no sé si estará permitido- dejar en el continente, en alguna cueva o recoveco, mi propia “cápsula del tiempo”. Traje conmigo algunas cosas, pequeñas, inofensivas, fotos y grabaciones, que me entregaron mis amigos. La nieve y el hielo protegerán nuestros recuerdos, y tal vez mis nietos, o los de ellos, los recuperen un día. No puedo evitar sonreírme, burlarme de mí mismo, porque me siento un pionero y sé que eso es absurdo, pero es como si ingresara por un túnel de agua a un mundo nuevo, disímil, donde todo puede suceder….”



Se supone que la gente vota, y el que salga más votado viaja, y mientras viaja, cuenta.

¿Les molestaría votar? (si votan por mí, claro, si no, absténganse, please) ;-)))

http://www.blogyourwaytoantarctica.com/blogs/view/523

Tenkius

jueves, agosto 06, 2009

¡¡¡IMPAGABLE!!!