jueves, enero 29, 2009

El Hambre es un Crimen. Ni un pibe menos


por Alberto Morlachetti*

El Hambre es un crimen. Hay que detenerla. Sí o sí. Porque en nuestro país no faltan ni alimentos, ni platos, ni madres, ni médicos, ni maestros, faltan en cambio la voluntad política, la imaginación institucional, la comprensión cultural y las ganas de construir una sociedad de semejantes que asegure a nuestros hijos las oportunidades vitales para que puedan crecer con dignidad. Es imperativo terminar con un sistema económico -que en la mayoría de los casos- no da hijos sino hambre, que no da futuro sino Paco, que talla caricias olvidadas en cuerpos olvidados.

Niños hermosos nacen a la muerte aunque ya todos sepamos que la infancia es el principal recurso natural no renovable de nuestro país, ya que la mayoría de las capacidades humanas quedan -de alguna manera- determinadas durante los primeros años de vida cuando los niños están haciendo ahora mismo sus huesos, criando su sangre y ensayando sus sentidos.

La infancia es por lo tanto la gran oportunidad de la sociedad para mejorarse a sí misma en lo biológico, en lo cultural, en lo económico, incluso en lo político. La infancia es el terreno más fértil para sembrar inteligencia, trabajo, creatividad, justicia y democracia.

Sin embargo, los niños se nos mueren de hambre por decenas cada amanecer. Se nos mueren "acabaditos de nacer" mientras los padres lloran por los días hermosos, cuando la vida era azul.

Sin una infancia sana, amasada y entera es impensable una Argentina mejor. Porque un país que mutila a sus niños es un país que se condena a sí mismo.

¿Cuánto tendrán que andar nuestros hijos pobres, para no morirse de hambre, como goteras vivas que desangra las estrellas? Entre dolores y silencios hay una calle por donde marchan los niños hacia una primavera que se domicilia en los extremos del viento borrando de los calendarios la contribución de sangre a la acumulación capitalista.

Pero nuestros PIBES vencerán porque son el golpe temible de un corazón no resuelto: Con ternura y airosos como alas.


* Alberto Morlachetti (el "Morla") es Coordinador Nacional del Movimiento Nacional chicos del pueblo

domingo, enero 25, 2009

La verdadera edad de los países


por Hernán Casciari

Leí una vez que Argentina no es mejor ni peor que España, sólo más joven. Me gustó esa teoría y entonces inventé un truco para descubrir la edad de los países basándome en el sistema perro. Desde chicos nos explicaron que para saber si un perro es joven o viejo había que multiplicar su edad biológica por 7. Con los países, entonces, hay que dividir su edad por 14 para saber su correspondencia humana. ¿Confuso? En este artículo pongo algunos ejemplos reveladores.

Argentina nació en 1816. Tiene ciento ochenta y nueve años. Si lo dividimos por 14, Argentina tiene trece años y cuatro meses. O sea, está en la edad del pavo. Argentina es rebelde, es pajera, no tiene memoria, contesta sin pensar y está llena de acné. Por eso le dicen el granero del mundo.

Casi todos los países de América Latina tienen la misma edad y, como pasa siempre en esos casos, hay pandillas. La pandilla del Mercosur son cuatro adolescentes que tienen un conjunto de rock. Ensayan en un garage: hacen mucho ruido y jamás sacaron un disco. Venezuela, que ya tiene tetitas, está a punto de unirse para hacer los coros. En realidad quiere coger con Brasil, que tiene catorce y la poronga grande. Son chicos; un día van a crecer.

México también es adolescente, pero con ascendente indio. Por eso se ríe poco y no fuma inofensivo porro como el resto de sus amiguitos. Fuma peyote y se junta con Estados Unidos, que es un retrasado mental de 17 que se dedica a matar a chicos hambrientos de seis añitos en otros continentes.

En el otro extremo, por ejemplo, está la China milenaria: si dividimos sus 1.200 años entre 14, nos da una señora de ochenta y cinco, conservadora, con olor a pis de gato, que se la pasa comiendo arroz porque no tiene para comprarse la dentadura postiza. Tiene un nieto de ocho, Taiwán, que le hace la vida imposible. Está divorciada hace rato de Japón, que es un viejo cascarrabias al que todavía se le para la chota. Japón se juntó con Filipinas, que es jovencita, es boluda y siempre está dispuesta a cualquier aberración a cambio de dinero.

Después están los países que acaban de cumplir la mayoría de edad y salen a pasear en el BMW del padre. Por ejemplo Australia y Canadá. Estos son típicos países que crecieron al amparo papá Inglaterra y de mamá Francia, con una educación estricta y concheta, y ahora se hacen los locos. Australia es una pendeja de 18 años y dos meses que hace topless y coge con Sudáfrica; Canadá es un chico gay emancipado que en cualquier momento adopta al bebé Groenlandia y forman una de estas familias alternativas que están de moda.

Francia es una separada de 36 años, más puta que las gallinas, pero muy respetada en el ámbito profesional. Es amante esporádica de Alemania, un camionero rico que está casado con Austria. Austria sabe que es cornuda, pero no le importa. Francia tiene un hijo, Mónaco, que tiene seis años y va camino de ser puto o bailarín, o las dos cosas.

Italia es viuda desde hace mucho tiempo. Vive cuidando a San Marino y a Vaticano, dos hijos católicos idénticos a los mellizos de los Flanders. Italia estuvo casada en segundas nupcias con Alemania (duraron poco: tuvieron a Suiza) pero ahora no quiere saber nada con los hombres. A Italia le gustaría ser una mujer como Bélgica, abogada, independiente, que usa pantalón y habla de tú a tú de política con los hombres. (Bélgica también fantasea a veces con saber preparar spaghettis.)

España es la mujer más linda de Europa (posiblemente Francia le haga sombra, pero pierde en espontaneidad por usar tanto perfume). España anda mucho en tetas y va casi siempre borracha. Generalmente se deja coger por Inglaterra y después hace la denuncia. España tiene hijos por todas partes (casi todos de trece años) que viven lejos. Los quiere mucho, pero le molesta que los hijos, cuando tienen hambre, pasen alguna temporada en su casa y le abran la heladera.

Otro que tiene hijos desperdigados es Inglaterra. Gran Bretaña sale en barco a la noche, se culea pendejas y a los nueve meses aparece una isla nueva en alguna parte del mundo. Pero no se desentiende: en general las islas viven con la madre, pero Inglaterra les da de comer. Escocia e Irlanda, los hermanos de Inglaterra que viven en el piso de arriba, se pasan la vida borrachos, y ni siquiera saben jugar al fútbol. Son la vergüenza de la familia.

Suecia y Noruega son dos lesbianas de 39, casi 40, que están buenas de cuerpo a pesar de la edad y no le dan bola a nadie. Cogen y laburan: son licenciadas en algo. A veces hacen trío con Holanda (cuando necesitan porro), y a veces le histeriquean a Finlandia, que es un tipo de 30 años medio andrógino que vive solo en un ático sin amueblar, y se la pasa hablando por el móvil con Corea.

Corea (la del sur) vive pendiente de su hermana esquizoide. Son mellizas, pero la del norte tomó líquido amniótico cuando salió del útero y quedó estúpida. Se pasó la infancia usando pistolas y ahora, que vive sola, es capaz de cualquier cosa. Estados Unidos, el retrasadito de 17, la vigila mucho, no por miedo, sino porque quiere sus pistolas.

Israel es un intelectual de sesenta y dos años que tuvo una vida de mierda. Hace unos años, el camionero Alemania (que iba por la ruta mientras Austria le chupaba la pija) no vio que pasaba Israel y se lo llevó por delante. Desde ese día, Israel se puso como loco. Ahora, en vez de leer libros, se la pasa en la terraza tirándole cascotes a Palestina, que es una chica que está lavando la ropa en la casa de al lado.

Irán e Irak eran dos primos de 16 que robaban motos y vendían los repuestos, hasta que un día le robaron un repuesto a la motoneta de Estados Unidos, y se les acabó el negocio. Ahora se están comiendo los mocos.

El mundo estaba bien así, es decir, como estaba. Hasta que un día Rusia se juntó (sin casarse) con la Perestroika y tuvieron docena y media de hijos. Todos raros, algunos mogólicos, otros esquizofrénicos.

Hace una semana, y gracias a un despelote con tiros y muertos, los habitantes serios del mundo descubrimos que hay un país que se llama Kabardino-Balkaria. Un país con bandera, presidente, himno, flora, fauna, ¡y hasta gente!

A mí me da un poco de miedo que nos aparezcan países de corta edad, así, de repente. Que nos enteremos de costado, y que incluso tengamos que poner cara de que ya sabíamos, para no quedar como ignorantes. ¿Por qué siguen naciendo países nuevos —me pregunto yo— si los que hay todavía no funcionan?

Fuente: http://orsai.es

Operación Plomo Impune

Por Eduardo Galeano

Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.
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Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes.

Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.
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Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelita usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina.

Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
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Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa.

No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.
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Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros.

¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?
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El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.

Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí.

Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.
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La llamada comunidad internacional, ¿existe?

¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?

Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.

Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.

La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.

(Este artículo está dedicado a mis amigos judíos asesinados por las dictaduras latinoamericanas que Israel asesoró.)

jueves, enero 08, 2009

Malvados hombrecitos



Me dicen que es con piedras,
que es con hondas, y miro los videos
claro que es propaganda, que también hay pistolas
y fusiles viejos y no tanto.
Y miro los videos, y es con tanques,
que el tigre se defiende.
Aterrado -claro está- víctima por siempre,
de los malvados hombrecitos marrones
y salvajes
y de las hembras furiosas como ésa,
que se paraba delante del soldado el otro día.
Cosa curiosa
cuando el fusil semiautomático PorOnga 32 se levantaba,
ella izaba los brazos, como Carrizo o Roma,
como Goicochea presintiendo la atajada triunfal.
Los levantaba -sin duda- porque en su adoctrinamiento
terrorista le explicaron que, si los brazos se levantan
las balas se detienen, asustadas
ante tanta locura y despropósito
ante tanta imaginación desenfrenada
de soñar que pisándole la cola al tigre se defiende una patria
de pedir que la historia se repita idéntica
(“los vietnamitas son chiquititos, son chiquititos asi”)
-algo que nunca pasa-
y sin embargo, me dicen, las piedras no se acaban.
Son piedras de desierto, me dicen, duras y blancas
relumbrantes entre los cinco látigos marrones
que las lanzan.
Por joder, nomás, que nadie puede pensar
que por más marrones que esos negros sean
van a creer que papel mata tijera o piedra bala.
Entonces digo, entiendo, que es un juego mortal,
pero aceptado, y miro los videos, y los veo
pisándole la cola al tigre, no por pisarla nomás,
sino para que le duela.

Enrique Gil Ibarra/ enero 2009

Algunas cosas tienen que ser dichas nuevamente

Posiblemente algunos –muy pocos- de los que hayan leído este título sentirán una sensación de “deja-vu”. De ellos, menos aún sabrán de que se trata: es un descarado plagio que cometo, sin vergüenza alguna, a una nota escrita por Rodolfo Walsh en marzo de 1972.
En ella, Rodolfo decía que no se consideraba ya un novelista y, sin embargo, rescataba para sí el derecho (más bien la necesidad) de reservar un espacio en su interior para esas cosas que son (pueden ser) “útiles” a los demás si se las sabe transmitir. “Si yo encontrara una forma verídica, sincera de sintetizar esa vida y esa experiencia”, escribía.

Por supuesto que lo fundamental de su frase radica en las palabras “verídica” y “sincera”. Porque en nuestro país (quiero soñar que en muchos otros sucede algo similar, aunque sea sólo por mi autorrespeto) hemos establecido una suerte de paradoja juguetona y seguramente inconsciente que nos posibilita exigirles verdad y sinceridad a nuestros dirigentes y posteriormente no darles pelota a aquellos pocos que ejercitan ambas… ¿virtudes?
Por el contrario, denostamos furiosamente a los que nos mienten y -según suponemos y declamamos a los vientos-, aprovechan esas mentiras para robarnos pero, cual gata flora estulticia y putarraca, los votamos para que siempre tengan la oportunidad del polvito del estribo.
Ese eterno “me duele pero no me la saques”, que parece ya una marca argentina tan registrada como “Es producto de la Patagonia”, se reitera y reitera en nuestra historia, lo que nos da, como es obvio, nuevas y siempre frescas oportunidades para seguir gatafloreando sin perder (creemos) la internacionalmente reconocida prestancia nacional.

Como en un TEG interminable, asistimos estoicos a una partida que se reproduce a sí misma, sin aburrirnos y siquiera permitirnos imaginar qué pasaría si pateáramos el tablero sobre el que se arraciman siempre los mismos jugadores. Con idénticos colores en sus fichas y, duele decirlo, con los mismos dados cargados que nosotros les entregamos generosamente una y otra vez, para que los arrojen y, por riguroso turno, se ganen el ¿derecho? de introducir su caballería pesada por el fondo de nuestro país.

Desde las tinieblas del pasado (que siempre es presente en nuestras vidas, diría Cortázar) rebrotan los Figuretis reclamando con aullidos un lugar en el paraíso de los medios, desde el que puedan como ayer ofrecernos leche y miel. Ya deberíamos tener claro que los sagrados alimentos vienen indefectiblemente acompañados de las siete plagas, y finalmente se transmutan en vinagre y sal, pero no.

Aparecen entonces Duhalde, Reutemann, Solá, Rodríguez Saa y etcéteras, en cada situación potencialmente electiva, asegurando como ayer que serán mañana lo que no son hoy ni fueron ayer, circundados por los eternos criticones de farsa (Carrió, López Murphy, Macri) que giran y giran alrededor del tablero aseverando que así no se puede jugar mientras intentan robar alguna fichita que les permita, a su vez, arrojar los dados.
Y aunque parezca mentira, doña, les creemos. Y comentamos sus dichos que, no por repetidos, resultan menos novedosos y no por falsos, menos agradables al oído.
Porque es irrefutable que los argentinos –sobre todo los ateos- creemos lo que queremos creer, sin importar lo que evidencian nuestros ojos. Curiosa demostración de Fe en un dios, como todos intangible, pero invariablemente nacido en un Buenos Aires que le otorga (a dios) omnipotencia e infalibilidad a través de la palabra impresa o teleescuchada.

Es curioso como mínimo que simultáneamente descreamos de aquellos que no nos han mentido nunca y, por eso mismo, ni siquiera les damos la oportunidad de hacerlo: no los votamos. Por supuesto: ¿Cómo –responsablemente- los votaríamos si no los conocemos? Es decir, no sé si queda claro: para que aceptemos conocerlos, tienen que mentirnos primero; les exigimos participar del juego, negociar, corromperse para subir hasta un podio aceptable desde el que puedan ser oídos fuerte y claro.
Y los pocos que se niegan, aquellos que sí se animan a decir cosas que nos suenan duras, intolerantes, ofensivas al oído; los que se atreven a decirnos que no basta con querer, sino que hay que pelear para obtener; los que osan batallarse con quienes no deberían son, como todos sabemos en este país eternamente bendecido por Dios, unos amargos, unos loquitos, los desaforados de siempre, los utópicos. ¿Para qué perder el tiempo escuchándolos?
¿Y dónde quedó Walsh en todo esto? En que algunas cosas deben seguir siendo y siendo dichas, en la esperanza de que alguna vez (alguna vez), las recordemos en el momento de definir a quién le damos los dados.

Enrique Gil Ibarra

lunes, enero 05, 2009

La primera guerrillera argentina

La semana pasada se murió Amanda Peralta. Vivía en Suecia desde hace años. Fue la primera guerrillera argentina y la única compañera que participó en la guerrilla de Taco Ralo en Tucumán.


Amanda Peralta con Ignacio Vélez, Envar El Kadri y Ramón Torres Molina.

Transcribo aquí, por cortesía de mi amigo Alberto Moya, el último reportaje que le hicieron y un fragmento del libro que Alberto está preparando.

¿En qué lugares militaste y durante qué años?

Yo milité en La Plata, empecé en 1955, a los 15-16 años. Más tarde, en 1965, me trasladé a Buenos Aires, al sur del Gran Buenos Aires: Avellaneda, el Dock, etc. Y Tucumán en el '67-'68, naturalmente.

¿Cómo conociste a El Kadri?

Fue en el '65 o '66. Antes, estando en La Plata, nunca lo había visto. Creo que me lo presentó Dardo Cabo (NdR: hijo de Armando, de Avellaneda, aquel en quien Evita confió para cerrar la operación de recepción de armas enviadas desde Europa). Dardo y yo habíamos estado presos en Coordinación Federal en el '64 y nos habíamos hecho amigos. Fue en alguna reunión que conocí a Cacho y supongo que en relación a JP o los telefónicos. Yo en esa época militaba en ARP, el grupo de John W. Cooke.

¿Cómo va surgiendo la idea de Taco Ralo? ¿Cuáles son las discusiones previas?

Por mi parte, ya hacía tiempo que andaba con la idea de organizar un foco rural. Lo había intentado antes con el grupo del Vasco Bengoechea en el cual participamos algunos de JP La Plata y también de JP Córdoba. Eso fracasó con la explosión de calle Posadas y, después, caí presa. Al salir entré en contacto con ARP siempre con la idea de armar un foco rural en Tucumán.
En el '67, Néstor Verdinelli y yo salimos de ARP, porque no concretaban el foco rural. Lo hacían en teoría pero no tenían una práctica real para prepararlo. Ahí tomamos contacto con otros que pensaban como nosotros: David Ramos, Eduardo Moreno... Se va haciendo una cadena y entre los contactos que aparecen un día nos encontramos con Cacho y Carlitos Caride.
Nuestra "teoría" era que el único modo de iniciar un foco es iniciándolo. Es decir, dando los pasos concretos necesarios para subir al monte: conseguir dinero, armas, equipos y combatientes a través de empezar a operar aunque fuésemos dos o tres locos sueltos. Resulta que de golpe descubrimos que éramos unos cuantos los que pensábamos lo mismo.
Nos juntábamos en una casa que Verdinelli, Ramos y yo teníamos en Temperley. Ahí va madurando "la teoría de las dos patas", que consiste en ver el foco rural y el foco urbano como igual de necesarios. La gente elegía si quería irse al monte o ser urbano. Néstor, Cacho, David y yo estábamos anotados desde el vamos al monte.
Una discusión previa importante trató de los nombres. El grupo rural se llamaría "Destacamento Montonero" y el urbano "Destacamento Descamisado". FAP se eligió como nombre de la organización porque considerábamos importante marcar desde el vamos el carácter peronista de esa lucha e impedir maniobras macartistas de los milicos, con su discurso de combatir el comunismo, etc.
Por eso era importante que gente bien conocida y representativa del peronismo, como Cacho y otros, estuvieran en el monte. Algunos compañeros, a los que quiero mucho y que son mis amigos hasta hoy, no se integraron porque consideraron "sectario y excluyente" que nos llamáramos peronistas en el nombre.

¿Cómo transcurrió la vida en esos días del monte Tucumano?

Nos dedicamos a tratar de integrarnos entre nosotros. La gente venía de diferentes partes del país. Algunos estábamos integrados, habíamos operado juntos, etc., mientras que otros eran desconocidos. Nos dedicábamos a hacer cursos, practicar, caminar, charlar, cavar trincheras. Nada demasiado espectacular. Vivíamos en una carpa grande, hacía mucho calor de día y mucho frío de noche.

El período de cárcel luego de Taco Ralo ¿dónde lo pasaste?

-Por ser mujer, me separan de los compañeros. Ellos pasaron toda la cárcel en grupo pero yo, aislada. Para peor, el primer tiempo no había otras presas políticas así que el aislamiento era grande. Los abogados y algunos parientes cumplieron un rol enorme para que pudiéramos mantener el contacto de cárcel a cárcel.
Primero nos tuvieron en la jefatura de Policía de Tucumán. De ahí, nos llevaron en avión Hércules del Ejército, a Coordinación (Federal). De ahí nos ‘pasearon’ por diversas unidades (Federal de Ramos Mejía; Temperley; o la 2ª de Lanús, no recuerdo, alguna otra comisaría provincial por el Oeste, creo); siempre incomunicados. Estuve también en una unidad policial para mujeres en La Plata.
Al final, me llevaron a la cárcel de mujeres de Olmos y ahí me levantaron la incomunicación. Ya era noviembre. El 22 de ese mes, me acuerdo porque es mi cumpleaños, me levantaron en la noche y me trasladaron en secreto a la cárcel de San Nicolás. Ahí quedé hasta mayo de 1970, cuando el juez federal Weschler me hizo trasladar a la cárcel de mujeres de la Capital, en Humberto Iº.

Escribe Alberto Moya:

"Amanda Peralta, que venía de estar presa desde el 19 de septiembre del '68, cuando cayó en Taco Ralo (Tucumán), ya había tenido experiencias de cárcel (en Olmos y en Humberto Iº) desde agosto del '64 a marzo del '65 y otro tiempo corto en Humberto Iº hacia diciembre del '66 por la huelga portuaria.
Ya libre, se hizo cargo de la organización de las FAP en el conurbano sur y parte de la Capital. Por su postura "movimientista" de apoyo a Cámpora en las elecciones, rompió con FAP-Nacional y forma FAP-17, aunque ya pensaba que era hora de disolver las organizaciones armadas e integrarse a la lucha política.
Durante el interregno presidencial de Lastiri, operó en el sur del conurbano.
Después del golpe, en septiembre del '76, fugó a Brasil. En agosto del '77, fue a Suecia. Se acercaba hasta Francia a colaborar del boycot al mundial de fútbol; las marchas de los 100 artistas en Paris y en Amsterdam, los plantones de ‘Cacho’ El Kadri ante la embajada argentina todos los jueves, etc. Iba a los locales del Teatro del Soleil desde donde se organizaba lo que los militares y la revista Para Tí llamaban "la campaña antiargentina". Le tocó estar en Argentina cuando murió El Kadri. Ahora, Amanda no quiso amargarle las fiestas a los suyos y esperó a morir un 2 de enero".