domingo, noviembre 29, 2009

¡No jodas!

Moisés, Jesús y un viejito decidieron disputar un juego de golf, y el campo se llenó de fanáticos antes del partido.

En el hoyo considerado como el más difícil porque tenía un lago en el medio, Moisés tiró primero.
La pelota salió disparada, cayó en el medio del lago y se hundió. Moisés caminó hasta el borde, alzó su palo, hizo que se abrieran las aguas, bajó caminando hasta donde estaba la pelota y, de un golpe, la sacó del fondo.
Con sólo otro golpe, la metió en el hoyo, y la gente aplaudió emocionada.

Luego fue el turno de Jesús.
La pelota salió igualmente disparada, e igualmente fue derecho al lago, pero de repente se detuvo y quedó suspendida a escasos centímetros de la superficie.
Jesús caminó entonces sobre las aguas y con un golpe preciso, mandó la pelota directamente al hoyo.
La ovación de la gente fue ensordecedora.

Por último, le tocó el turno al viejito..
La pelota, una vez más, cayó en el lago y se hundió, y el público hizo un respetuoso silencio preguntándose qué podría hacer el pobre viejo.
De pronto, del agua saltó un pez con la pelota en la boca y, justo en ese momento, pasó un águila que lo pescó al vuelo.
El águila se alejó volando por el límpido cielo llevando el pez en su pico, mientras éste sostenía aún la pelota.
Entonces, como salida de la nada, apareció una nube negra, y de ella brotó un rayo que, pegando certeramente en la cabeza del águila, la hizo caer.
En su descenso, el ave soltó al pez, el pez soltó la pelota y ésta cayó exactamente en el hoyo.
Primero se hizo un silencio dramático y luego la gente, enloquecida, irrumpió en cerrado aplauso para el viejito.

Jesús se acercó entonces al viejito, que sonreía tímidamente, y le dijo:
-Papá... no jodas!!!!!!

(Lo siento, sé que no tiene nada que ver con el blog, pero no pude resistirlo)

sábado, noviembre 28, 2009

Vetocracia

Por Raúl Degrossi*

La verdad que estar todo el tiempo rebatiendo zonceras cansa un poco, pero no queda más remedio considerando la velocidad con que se propagan, y con que aparece una nueva todos los días.

La que estamos estrenando ahora es la “vetocracia”, expresión acuñada por algunos opositores (y por los medios que les hacen coro, o les dan letra según los casos) para referirse a la posibilidad de que, cuando cambie el 10 de diciembre la composición de las Cámaras del Congreso, la oposición logre sancionar leyes que sean sistemáticamente vetadas por la Presidenta; obligando así a los que las impulsen, a conseguir los dos tercios de los votos de los miembros de cada Cámara para insistir en la sanción.
Puestas así las cosas, parece un disparate mayúsculo que se cuestione in tótum que el Poder Ejecutivo utilice una facultad que la Constitución le reconoce, y que la crítica provenga de quienes dicen defender las instituciones de la República.

Más ridículo aun es plantear que el Ejecutivo (en un régimen presidencialista como el argentino) abdique de antemano de su iniciativa política a manos del Congreso, y acepte resignadamente toda ley que emane de éste, para más impulsada por una mayoría opositora, que dicho sea de paso habrá que ver como se construye, y si lo hace.

El caso es que la facultad de veto presidencial no es sino la consecuencia del régimen político que la Constitución establece para el Estado argentino, y de ahí que sea replicada en el derecho público provincial.

Las 24 constituciones provinciales (incluyendo la de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) le reconocen ese atributo al órgano Ejecutivo (sea Gobernador o Jefe de Gobierno), y salvo la de Misiones que exige al Legislativo mayoría absoluta (más de la mitad) del total de sus miembros para insistir en una ley vetada, las 23 restantes establecen una mayoría de dos tercios de los miembros presentes (en por lo menos 17 casos, como la Constitución nacional) o del total de los miembros de cada Cámara (claramente en dos casos, con dudas interpretativas en los restantes), para garantizar la preeminencia del Ejecutivo.

Algunas constituciones provinciales (sólo 7 sobre el total) establecen restricciones al ejercicio de la facultad de veto por parte del Ejecutivo, a partir de las cuales si el Poder Legislativo en uno o dos períodos legislativos subsiguientes al veto (según los casos) vuelve a sancionar la misma ley ya rechazada, el gobernador de la provincia no puede volver a vetarla.

Si se combinan ambos aspectos (mayoría exigida para vetar y posibilidad o no de volver a hacerlo cuando se vuelve a sancionar la misma ley ya rechazada), cabría pensar que los sistemas más involucionados desde la perspectiva de la zoncera “vetocracia”, serían aquellos en los que, producido el veto, se exige una mayoría más agravada aun a la Legislatura para insistir (por ejemplo los dos tercios del total de los miembros, y no sólo de los presentes), mientras no se le ponen límites al Ejecutivo para que vete una misma ley (o sobre el mismo tema) cuantas veces se le ocurra, si el Legislativo insiste en sancionarla durante varios períodos legislativos.

Bueno, esa combinación se da en solo dos jurisdicciones argentinas: Jujuy y la modernísima y republicana Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que sería entonces no solo la Reina del Plata, sino la Capital Nacional de la Vetocracia; por suerte para Macri que se va a encontrar a partir de diciembre con mayoría opositora en la Legislatura.

Pero como los límites que la oposición critica surgen de la Constitución Nacional, y como además todo el tiempo nos están aconsejando que imitemos a otros países que son más serios que nosotros, podríamos ponernos a buscar ejemplos del derecho comparado, para imitar.

El tema es que ahí la cosa se complica porque por ejemplo en los Estados Unidos, vetada por el Presidente una ley, el Congreso necesita conseguir los dos tercios de los votos, pero del total de los miembros y no de los presentes, para rechazar el veto (menos mal que el montonero Alberdi no copió esa parte de la Constitución de Filadelfia de 1787).

Para superar entonces la vetocracia estaría bueno entonces que reformáramos la Constitución, de modo que por ejemplo frente a un veto el Congreso pudiese insistir en la ley sancionada con mayoría absoluta y no con dos tercios, o que existiesen leyes referidas a ciertos temas (no surgidas de la consulta popular como acá, sino sancionadas con el trámite ordinario) que el Ejecutivo tuviere prohibido vetar.

“Buenísimo” pensaría algún legislador del PRO, la UCR o la Coalición Cívica, “eso es lo que tenemos que adoptar acá”.

El tema es que para lograr lo primero, tendríamos que copiar la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y para conseguir lo segundo nos tendríamos que remitir a la de Honduras, que como sabemos viene siendo un edén de respeto de las instituciones de la República; aunque si lo hiciéramos, al menos un párrafo de la carta de Lilita Carrió a las embajadas, sería realidad.

“Dejémonos de imitar países bananeros, hagamos como Brasil, Uruguay o Chile”, no dudaría en repetir el coro de repetidores de zonceras, desde Grondona a De Narváez.

Pasa que en lo dos casos se exige que el Poder Legislativo para rechazar un veto del presidente se reúna en sesión conjunta de ambas Cámaras (Brasil) o en Asamblea Legislativa (Uruguay), y discuta el tema en sesión secreta (Brasil) o sea sin las cámaras de la tele, o consiga las 3/5 partes de los miembros presentes (Uruguay), o sea un puñadito menos de votos que los que hacen falta acá para rechazar el veto de “la yegua esa” (o sea la Presidenta).

Pero, “siempre tendremos a Chile”, podría decir Joaquín Morales Solá.

El montonero Alberdi (factótum ideológico de nuestra Constitución) dice en sus “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina bajo los principios del socialismo nacional”, concretamente en el Capítulo XXV (cuya lectura íntegra se recomienda a los republicanos amantes de lo que no conocen, como la Constitución) que “...En cuanto a su energía y vigor, el poder ejecutivo debe tener todas las facultades que hacen necesarios los antecedentes y las condiciones del país y la grandeza del fin para que es instituido. De otro modo, habrá gobierno en el nombre, pero no en la realidad; y no existiendo gobierno, no podrá existir la constitución, es decir, no podrá haber ni orden, ni libertad, ni Confederación Argentina.”.

Es interesante ver como este ideólogo de la subversión apátrida internacional y precursor de nuestra chavización, comete la herejía de llamar “gobierno” sólo al Poder Ejecutivo, y es de éste del único de los Poderes de la Constitución, del cual se ocupa en detalle en sus “Bases...”.

¿Y de dónde habrá sacado este proto-kirchnerista crispado tan alocadas ideas?

El mismo lo dice en el mismo capítulo del libro: “El tiempo ha demostrado que la solución de Chile es la única racional en repúblicas que poco antes fueron monarquías. Chile ha hecho ver que entre la falta absoluta de gobierno y el gobierno dictatorial hay un gobierno regular posible; y es el de un presidente constitucional que pueda asumir las facultades de un rey en el instante que la anarquía le desobedece como presidente republicano.”.

¡Dios mío, ahora caigo en la cuenta, la oposición tiene razón!

¡El problema no es la vetocracia, ése es solo el comienzo, los disparates de Alberdi nos colocan a las puertas de la monarquía, la dinastía Louis Vuitton piensa eternizarse en el poder!

Menos mal que para impedirlo trabajan los herederos de la Revolución Francesa, con la Mesa de Enlace y la Asociación Empresaria Argentina a la cabeza, y que el 10 de diciembre será nuestra toma de la Bastilla.

* Director general de la Dirección de Asuntos Jurídicos de Santa Fe y autor del Nuevo Diccionario Político Argentino

domingo, noviembre 22, 2009

El ADN de la discordia:una ley que trasciende los casos particulares


Por Eduardo Anguita

Se cayó un muro de la impunidad tejida entre militares y civiles para mantener la impunidad sobre delitos imprescriptibles. Con la aprobación por parte del Senado del derecho a extraer una muestra de ADN cuando hay presunción de identidad cambiada en hijos de desaparecidos se dio un paso decisivo. Pasaron muchísimos años para que este proyecto llegara a ser tratado en el Congreso pero el resultado fue de 58 votos a favor y uno solo en contra.

A partir de ahora cualquier juez va a contar con una herramienta legal para instruir que se obtenga una muestra genética cuando se presuma que alguien fue víctima del delito de supresión de identidad. La ley faculta al magistrado para ordenar que se le saque un pelo o una gota de sangre a esa persona y también establece una modalidad más suave, como es la de valerse de un peine o una prenda íntima para evitar que un enfermero tome contacto directo con esa persona.

La norma supone, con cierta lógica, que si una persona vivió toda su vida sin saber que cuando tenía pocos días o meses de vida fue dado ilegalmente en adopción tiene una resistencia psicológica fuerte a enterarse de cuál es su origen. Máxime si durante años, sus apropiadores asumieron que debían engañarlo y naturalizar un hecho aberrante.

Las Abuelas de Plaza de Mayo insistieron con el hecho de que esta ley tiene una razón de ser que trasciende los casos particulares. Y es así. Cuando el juez español Baltasar Garzón tipificó los delitos de terrorismo de Estado y genocidio en Chile y Argentina debió fundarse en la legislación penal internacional. De no haber podido encuadrar los crímenes de esos años en territorios lejanos a España, no habría podido actuar.

El delito de genocidio tiene una serie de pactos internacionales que permite actuar más allá de la expiración del tiempo y de la distancia. Por ejemplo, un homicidio, tomado en forma individual, para la mayoría de los códigos penales no puede ser instruido pasados 20 años de cometido. Y tampoco podría ser objeto de una instrucción extraterritorial. Fue muy arduo para Garzón encontrar los argumentos para explicar que la Argentina fue objeto de un genocidio.

Porque, claro, comparado con la cantidad de muertes probadas de masacres como la Shoa o el genocidio armenio, lo ocurrido en estas tierras podía ser considerado el exceso de una dictadura latinoamericana. Pero Garzón pudo probar que hubo un plan sistemático para exterminar a un grupo nacional o social, tal como se define en principio el genocidio. Y una de las razones de peso esgrimidas –con la participación inestimable de juristas como el argentino Carlos Slepoy y el español Carlos Castresana– fue que la apropiación de los descendientes de militantes por parte de los represores constituía un intento de genocidio.

Porque el objeto era impedir la descendencia de los militantes a los que se secuestraba y se exterminaba al margen de la ley. Abundan los ejemplos en la historia en los cuales el exterminio del enemigo incluye, como botín de guerra, la apropiación de sus descendientes. El proceso de Madrid, como puede denominarse al trabajo de Garzón, fue una pieza importante para que la sustracción de menores quedara fuera de los indultos de la época menemista.

Muchos recuerdan que, por esos años, el espía Guillermo Patricio Kelly tenía un programa en ATC y solía dedicarle muchas de sus tribulaciones (surgidas de las cuevas de los servicios de inteligencia de entonces, que eran los mismos que participaban de los crímenes en los setenta) a los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble. A la directora de Clarín le molestaba enormemente que el tema se meneara en el canal estatal y se estableció un vínculo entre el CEO del grupo Héctor Magnetto y el operador menemista César Arias para que terminara el ciclo de Kelly.

Menem pidió a cambio el fin del ciclo radial (en Mitre) de Liliana López Foresi, que denunciaba a diario al entonces presidente. Esa historia, pequeña, es sólo una pieza más del edificio construido para mantener ocultas las identidades de –supuestos hasta que la Justicia determine– hijos de desaparecidos. Es cierto que esta ley no se hizo para los hijos de Noble. Pero también es cierto que ella –y el directorio del grupo– trabajó muy duro para evitar que les extraigan una muestra de ADN a Felipe y Marcela Noble (o como se llamen en realidad).

Anteayer en el Senado, Ernestina se quedó sola. Ni los radicales ni los socialistas ni los peronistas disidentes la acompañaron. Apenas el salteño vinculado a la última dictadura Juan Pérez Alsina votó en contra de la norma. El Congreso trató esta ley junto con otras dos, que son imprescindibles para que se avance en la restitución de identidad de los 400 nietos que buscan las abuelas.

Una es que las organizaciones de derechos humanos puedan presentarse como querellantes ante un juzgado para pedir que se determine si tal o cual persona puede ser, en verdad, hijo o hija de desaparecidos. Esto es importante porque no siempre los abuelos o tíos pueden presentarse. Y porque, como se supo con el caso de Martín Amarilla Molfino, el último nieto recuperado, ni sus familiares sabían de su existencia.

La otra ley es la de crear el Banco de Datos Genéticos en la órbita del Estado nacional. Hasta ahora funcionó en el Hospital Durand y muy bien. Pero depende del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Y éste es un tema demasiado serio para dejarlo en manos de un Mauricio Macri que quiso hacer que la seguridad de los porteños descanse en el ahora encarcelado Jorge “el Fino” Palacios.

Por estas horas, Felipe y Marcela Noble estarán pensando en que está cercano el momento de conocer su verdadera identidad. Ojalá muchos jóvenes, además de ellos, puedan recuperarla. Es una deuda que tenemos con sus padres biológicos. Porque fueron militantes que creyeron en un mundo mejor y porque durante 26 años se mantuvieron muros para evitar que sus hijos puedan rendirles el tributo que se merecen.

martes, noviembre 17, 2009

El último uturunco

Reportaje a Julio Robles (que yo sepa, el último combatiente Uturunco vivo)


El 17 de noviembre se cumple un aniversario del retorno a la Argentina del General Juan Domingo Perón, en un ya lejano 1972.
Años signados por la dictadura del General Alejandro Agustín Lanusse, quien había declarado que “a Perón no le daba el cuero” para volver.
Desmintiendo esa afirmación, el jefe del movimiento de masas más importante de América Latina bajó del avión en Ezeiza, haciendo realidad la consigna enarbolada por la juventud de entonces: LUCHE Y VUELVE.
Finalizaban 17 años de un exilio forzado por diversas dictaduras militares, y gobiernos constitucionales, gobiernos legales que, sin embargo, no habían levantado las proscripciones y prohibiciones que operaban sobre el movimiento peronista y su conductor.
Desde la denominada Revolución Libertadora, en 1955, que prohibiera no solo al partido peronista, sus emblemas y la “marcha”, sino hasta la mención del nombre de Perón y reemplazándolo por el eufemismo “tirano prófugo” que usaban algunos medios de la época.
Fueron tiempos conflictivos para la Argentina. Un enorme sector de la población se sentía sin derecho a participar, opinar, decidir. En 1956, una contrarrevolución encabezada por el General Juan José Valle, que reclamaba el retorno de Perón, fue duramente reprimida y fusilados casi todos sus cabecillas.
En los años siguientes, poco a poco, en los barrios obreros, en las villas, pequeños grupos de trabajadores se organizaban, inicialmente sin contacto entre ellos. Nacía la Resistencia Peronista.
El 24 de diciembre de 1959 por la madrugada, un grupo de soldados irrumpió en la Jefatura de Policía de la ciudad de Frías en el límite entre Santiago del Estero y Catamarca.
El militar al mando declaró al oficial de policía que estaba a cargo:
-¡Soy el teniente coronel Puma! ¡Se ha declarado el Estado de Emergencia en todo el país!, ¡esta comisaría queda bajo custodia militar!
Los policías se entregaron sin ofrecer resistencia. Fueron despojados de sus uniformes, de sus armas y encerrados en los calabozos. Luego los integrantes del comando se dedicaron a cargar todas las armas y municiones que encontraron en el Jeep donde habían venido y una camioneta de la policía. En menos de quince minutos, habían abandonado el lugar.
Así se efectuó la primera acción guerrillera pública en la Argentina.
Sus protagonistas se bautizaron a sí mismos Los Uturuncos; eran santiagueños, tucumanos y porteños peronistas y creían que con su acción iniciaban un levantamiento general.
Durante el período de colonialismo hispano se conocía una leyenda, que hablaba de un hombre, un aborigen, que se transformaba en Puma, para combatir a los españoles que explotaban al "pueblo del puma". Esa leyenda, narrada en quichua, se llamaba Runa-Uturunco: "Hombre-Puma" (u hombre-tigre). Uturunco, pues, significa "puma". Félix Serravalle, el "comandante Puma", había convertido en un acróstico de guerra esa palabra: PUMA, significaba también, para los guerrilleros uturuncos, "Por Una Mejor Argentina".
En los meses anteriores, otras acciones menores, que no habían sido reivindicadas por el grupo, habían servido como preparación y entrenamiento de combate.
De esos Uturuncos (hombres puma) originales, muy pocos sobreviven. De los que subieron al monte tucumano, solo uno: se llama Julio Robles, vive en la provincia de Córdoba y hoy, 17 de noviembre del 2009, así me lo contó a mi:



Asi comenzaban las luchas de la resistencia peronista en esos años de proscripciones y dictaduras.
Después…. Vendrían las luchas obreras en los frigoríficos, los programas de La Falda y Huerta Grande, las 62 Organizaciones de Pie, la CGT de los Argentinos, hasta llegar, a través de esos 17 años, de nuevo donde empezamos:

Al 17 de noviembre de 1972, el día del militante. El dia en que (tal vez solamente para contrariar a Lanusse) a Perón le dio el cuero, y regresaba al país donde se haría cargo, meses mas tarde, de la presidencia de la Nación por tercera vez.

Enrique Gil Ibarra

miércoles, noviembre 04, 2009

No puede dejar de verse

Ucrania, la guerra, 1945. La mina dibuja sobre arena, en vivo. Es impresionante.