miércoles, diciembre 12, 2012

El fin del mundo me infla los huevos

Con franqueza, estoy harto.

No puedo creer que tanta gente supuestamente inteligente haya comprado que se acaba el mundo porque tantos miles de imbéciles y aprovechados lo afirman alegremente. Y digo alegremente porque tuve oportunidad de observar en un programa de Discovery Channel a varios inescrupulosos contando cómo se están llenando de plata a costa de la credulidad e ignorancia de las gentes.

Uno afirma que él pasará por un portal galáctico (o algo así) y salvará al mundo. Por supuesto, pide contribuciones monetarias para solventar sus gastos, y las recibe, claro está. Otro ofrece bunkers para sobrevivir, pero se reserva la info sobre el lugar donde los construye, por "razones de seguridad", y hay idiotas que le pagan 70.000 dólares anticipados confiando en que el día antes el sujeto les dirá dónde tienen que refugiarse. Curiosamente, nadie se pregunta para qué el chabón les pide tantas lucas verdes si total el mundo se va a acabar y no va a tener cómo gastarlos. Otro vende por internet kits de supervivencia, y confiesa que le va bárbaro, y que de todas maneras, si el mundo no se acaba esta vez siempre va a venir otra fecha crítica en algunos años, así que su empresita tiene el futuro asegurado. Otros peores afirman muy sueltos de cuerpo que la Tierra va a dejar de girar y luego va a invertir su rotación y que esto va a producir un cambio espiritual en toda la humanidad ¡Y hay gente que repite este disparate como si fuera una verdad revelada! Claro, a nadie se le ocurre agarrar un libro serio y enterarse de qué sucedería si efectivamente la tierra detuviera su rotación unas horas. Ni hablar de girar al revés.

Claro, ya no es tan divertido cuando uno piensa en todos los pobres desesperados crédulos que, como cada vez que cinco locos anuncian el fin de los tiempos, eligen suicidarse, o vender todas sus posesiones, o regalarlas, y dejan a sus familias en la calle. Cada tantos años, por culpa de estos gurúes de medio tiempo, cientos de personas terminan muertas o en la miseria.

Como no creo en la censura, y sí en la libertad de expresión, defiendo el derecho de profetizar de cualquiera, aún de estos hijos de puta. Sin embargo, considero que alguien tiene que hacerse responsable de las consecuencias. Por consiguiente, propongo seriamente que el 22 de diciembre, cuando todos nos despertemos y comprobemos que el mundo no se acabó, que la tierra gira como siempre para el mismo lado, exijamos que estos profetas de tres al cuarto se suiciden ese mismo día. Mataremos así dos pájaros de un tiro: a) Sentaremos precedente para que en la próxima fecha capicúa todos los que tengan ganas de hablar boludeces lo piensen mejor y b) depuraremos un poco nuestro pobre planeta de vivillos y estafadores que hacen su agosto a costa de la ingenuidad de los demás.

Porque quizás sin ellos jodiéndonos la vida, sí podamos encarar un verdadero cambio de era espiritual.

sábado, diciembre 08, 2012

Chau, petiso, hasta la victoria

Ayer, 7 de diciembre, murió "el petiso" Amorín. Tenía 66 años. Miembro fundador de los "protomontoneros", junto al "negro" Sabino Navarro y el "pinguli" Hobert, combatiente de los mejores y amigo.

Así lo recuerda mi hermano:

Auténtico exponente de la militancia juvenil asumió su compromiso a mediados de los años sesenta, en una época en que los cuadros peronistas no se iniciaban
en la política soñando con ocupar un cargo; como solía decir el petiso José, “en aquel tiempo, si solamente caíamos presos nos dábamos por satisfechos”. Fue siempre fiel a sus ideales. Luchó por la alegría, y concibió la vida como una entrega solidaria y plena. Así vivió y así lo recordarán sus familiares y sus amigos y compañeros.

Y estas palabras son de Ernesto Jauretche:

EL LEJANO OESTE ESTÁ DE LUTO

Un típico petizo: arrogante, autosuficiente, audaz; de los que tienen que demostrar día a día su superioridad; un peronista de buen trapío; en fin, un incorregible, como los que van al matadero cantando.

No tenía nada que perder, salvo su rozagante dignidad. Y acabó su existencia en la felicidad de su última apuesta de vida: amor de hembra joven, olor a alfalfa, pampa, cielo y caballo. En Punta Indio lo vamos a extrañar.

Murió el asaltante de diligencias sin oro, el vengador de causas descamisadas, el ideólogo de la ilusión, el gozozo del olor a pólvora, el entregado -sin remuneración ni reconocimiento. El negro Sabino Navarro, su jefe y maestro, allá en la estanca donde lo está esperando, lo recibirá como corresponde: cantando la marcha peronista; a su lado, Pinguli tamborilleará el ritmo con los dedos.

En sus etapas de subordinación orgánica, fue el conductor de una armada brancaleone en camisón y en pata; eran los pre-montos que improvisaban sus primeras temeridades. Médico que hizo honor como pocos al juramento hipocrático, ejercía en el páramo de la clandestinidad, mientras planeaba inverosímiles operetas en un desvencijado consultorio improvisado. Por su insubordinación fue a parar al lejano oeste; se destacó como el vaquero esmirriado de gatillo certero capaz de conquistar al más reacio con un discurso torrencial.

MURIÓ JOSE AMORIN, y con él otro vestigio de una estirpe: la de los optimistas de toda la vida, los ganadores, los que no se rinden, LOS INVENCIBLES. Los que vivirán para siempre en el cementerio de la memoria.

Pepe montonero querido
Hasta la victoria

Ernesto Jauretche
7 de diciembre de 2013