miércoles, diciembre 28, 2011

El puñal en la espalda


Nota del hendrix: Quiero aclarar algo. Desde hace años, en muchas cosas no coincido con los análisis de José Pablo Feinmann. No solamente con algunos referidos a las coyunturas actuales, sino más bien a lo sucedido en las décadas del 70 y 80. Considero que sus opiniones en este último aspecto están teñidas de un cierto arrepentimiento personal no explicitado claramente, también un poco de vergüenza por no haber asumido en ese momento un compromiso mayor y algún resentimiento hacia la conducción de la organización Montoneros, que se asemeja mucho a la crítica que uno le hace al padre que finalmente cometió errores y en quien se confió ciegamente.

Dicho esto, reproduzco aquí su aclaración sobre la nota brindada al diario La Nación porque considero que efectivamente Feinmann fue tergiversado malignamente, y a pesar de cualquier divergencia de opiniones personales, es sin duda un compañero valioso del campo popular, con total derecho a expresarse como mejor se le cante, sin tener sobre sí la espada de damocles de una supuesta "corrección política" que nadie en la Argentina, hoy por hoy, tiene autoridad moral para instrumentar.

A continuación, la nota de José Pablo Feinmann


El puñal en la espalda

Por José Pablo Feinmann


Uno publica un libro y suceden estas cosas. Hay que empujar la venta con una serie de entrevistas que la editorial estipula. Habitualmente son muchas y la mayoría no exactamente con periodistas con los que se pueda mantener un diálogo alejado del esquema binario y ya salvaje de la sociedad argentina. Que es el siguiente: lo K y lo anti-K. O el “oficialismo” y la “oposición”. Llevamos años sin poder salir del brete en que el pensar ha sido atrapado, sofocado. Y hasta eliminado. Todo esto tiene su espacio de exaltación en Internet, el mundo de lo simple, de lo esquemático. Todo se reduce a si uno es “K” o “anti-K”. O el otro modelo binario mencionado. Pero uno creció y pensó en medio de otros condicionamientos u otras convicciones. Cree en la posibilidad del diálogo democrático. Al menos yo –y otros pensadores que conozco– creo que las palabras pueden y deben llevar más allá de sí mismas y constituir la posibilidad de un intercambio de ideas que alimente y constituya una sociedad democrática.

No es así. Mi pequeña esperanza era que –luego del contundente triunfo de Cristina Fernández en las últimas elecciones– la “oposición” revisara sus modos de operar. Si uno tiene un jefe de marketing que le diseña una campaña para el año 2011 y esa campaña conduce a un resultado calamitoso, lo lamenta. Pero decide darle una nueva oportunidad. El hombre (conjetura) es un profesional y sabe hacer su trabajo. Le pide un plan operativo para el año 2012. Si el eficiente profesional le trae el mismo, si le trae el del 2011, uno lo mira atónito: “Pero, ¿qué me trae? ¿A usted tengo que decirle que con esto nos fue horrorosamente mal?”. “Sí, pero no se me ocurre otro.” “Bueno, está despedido.” Así, uno había llegado a pensar en una inevitable autocrítica de la “oposición” que llevara sus planteos a otras esferas que no fueran las del agravio, la denuncia sin fundamentos o la agobiante repetición de las recetas neoliberales. Parte de esos planteos era que los agravios no eran de ellos sino de los otros. Que los crispados estaban enfrente. Que todo lo malo, lo antirrepublicano, lo turbio y lo antidemocrático estaba enfrente. Todo enfrente, más allá, en la “otra parte” del espacio político. Perdieron. Pero no sólo “perdieron”. Perdieron pavorosamente. Habitualmente –cuando la gente razona– estos cataclismos sirven para revisar errores y cambiar rumbos. No fue así.

Me veo compelido a escribir estas líneas por las incómodas e inusitadas reacciones que tuvo una nota que me hicieron en el diario La Nación. Mis palabras fueron tan distorsionadas (sobre todo en la edición para Internet de la nota) que pareciera he pasado a ser el líder ideológico de la “oposición”. Lamento quitarles el trabajo a Morales Solá o Grondona. Como un vértigo, se acumularon en mi contestador telefónico invitaciones que había dejado de recibir a fuerza de negarme a aceptarlas. De algunos que me llamaron “alcahuete del poder” en Perfil, medio en que cualquiera puede escribir cualquier bajeza sobre mí, desde un conservador hasta un “revolucionario” que, sencillamente, razonó por medio de conceptos como “tilingo” y “pelotudo”, cosas que vendría a ser yo, o agravios aún peores en la revista Noticias, donde también se me puede insultar con entera libertad, para eso es que, en ese medio, se encarna el “periodismo libre”. Pero lo de La Nación no lo esperaba.

La cosa es así: te llaman, te adulan, dicen que te quieren, que han leído toda tu obra y hasta te dicen que sos un genio. Uno, que, más que un genio, es un tonto que cree en la posibilidad de romper el esquema binario y abrirse a un diálogo amplio, democrático, que posibilite un país más armónico y menos esquizofrénico, menos bélico, acepta, va y dialoga. Ricardo Carpena, el periodista, es agradable. El fotógrafo es un joven que ha hecho cursos conmigo y hasta me pide que le firme un libro. El ambiente es agradable. Empieza el reportaje. Han logrado algo importante: que uno se afloje, que se sienta cómodo, que suelte un poco o bastante la lengua. Nos despedimos. Todo –hasta el momento– bien.

La nota sale en dos partes: en el diario y en Internet. La del diario empieza mal. Expresa la esperanza de que no me condenen al exilio de los que se atreven a pensar distinto. O sea, en el mundo “K”, al que piensa “distinto” (no se aclara qué es “pensar distinto”) lo mandan al exilio. Expresa el deseo de que “los kirchneristas” no me “trituren” por haber expresado ideas diferenciadas del “relato oficial”. Es decir, en el mundo “K” hay un “relato oficial” (no se dice cuál es). Si uno piensa distinto de él es “triturado”. Nada menos. Pero no quiero caer sobre el entrevistador porque puedo comprenderlo. Su trato fue muy amable. No puedo pretender que piense como yo si está en La Nación. Es parte del disenso democrático que acepte sus puntos de vista y hasta algunas de sus trampas, que tal vez ya le broten solas. El problema surgió cuando –no lo pueden evitar– encaró el tema de la corrupción. Viejo tema golpista que jamás estuvo ausente del clima propiciatorio de toda alteración del orden constitucional. Dije, amablemente dije: “Hay que hacer una verificación final de eso”. Dije que con Menem había decenas de causas abiertas y hasta presos por corrupción, ¿por qué no hacían eso con los políticos kirchneristas? Si era tan evidente, ¿por qué no lo demostraban? El periodista insiste. Pregunta si no me sorprende “el vertiginoso y enorme aumento patrimonial de los Kirchner”. Pese a que este tema me irrita profundamente. Pese a que me resulta casi increíble que los que se robaron el país en el siglo XIX, los que liquidaron a sangre y fuego las provincias federales luego de Pavón, los que son corresponsables de la matanza de medio millón de paraguayos (¿en el relato oficial de La Nación figura esto?; y si no, ¿permitirían decirlo? o ¿permitirían decir que Sarmiento –nuestro Mariscal Bugeaud, junto con Mitre– aconsejó “Si Sandes va, déjenlo ir. Si mata gente, cállense la boca”?, citado por el gran José Luis Busaniche –que de revisionista, nada– en su Historia Argentina, Hachette, p. 727), los que se enriquecieron con los campos que Roca, luego de su campaña, les cedió, hablen del “vertiginoso y enorme aumento patrimonial de los Kirchner”, pese a todo esto, dije “Habría que hacer un muy buen análisis de cómo creció ese patrimonio”. Y si fui cauto, si mi firmeza no fue la deseada por los cuadros “K” es porque el tema de la sola sospecha o acusación de corrupción en un gobierno popular me desquicia. De aquí que (viniendo de un largo razonamiento que había empezado con la condición de hacer “un muy buen análisis” del bendito tema del patrimonio) haya concluido diciendo la consecuencia lógica que se produciría si eso fuera verdad: “Porque es muy incómodo adherir a un gobierno de dos gobernantes multimillonarios que están comandando un gobierno popular, nacional y democrático”. Ahí cavé mi tumba. Porque Canepa tituló moderadamente su nota: “Si gobierna Moyano, van a ver lo que es el autoritarismo peronista”. Pero La Nación tiene el “policía malo”. No el que te recibe en el lujoso edificio y te habla como un caballero. No, el otro. El que está agazapado en Internet y cambia el copete y altera la nota extrayendo frases de contexto. Le pasó, antes que a mí, a Horacio González. Y, en menor medida, a Ricardo Forster y a Jorge Coscia. El título de Internet fue escandaloso: “Feinmann: Es muy incómodo adherir a un gobierno de dos gobernantes multimillonarios que están comandando un gobierno popular, nacional y democrático”. Lo que más se lee es la versión de la web. Ese día me convertí en un aliado de la “oposición”, de los “anti-K”. Para ser breve: agradezco a todos los referentes mediáticos de la derecha su interés en mi persona. Pero –más allá del copete artero, de la puñalada en la espalda que implicó el “armado” que hizo La Nación de mi nota en Internet– yo sigo pensando lo siguiente: 1) Esta necia obstinación nos condena a todos a seguir en el pensamiento binario; 2) Jamás aceptaré un reportaje en La Nación. Más por la versión web que por el diario y algunos de sus periodistas; 3) Voté por Cristina Kirchner y adhiero a su Gobierno; 4) No acepto ser definido como “kirchnerista” porque sería validar el esquema binario con que se piensa (mal) la política argentina: lo K y lo no K; 5) Soy un escritor de izquierda ligado a la lucha por los derechos humanos; 6) Apoyo el Mercosur; 7) Rechazo el Consenso de Washington y los diez puntos del economista neoliberal John Williamson; 8) Apoyo una economía proteccionista, que defienda el mercado interno, que instaure una nación con industrias pequeñas y medianas que produzcan y trabajadores que consuman; 9) Si se puede fabricar aquí, no hay que importar ni un solo clavo, como bien dijo CFK; 10) Todos los que participaron activamente del gobierno desaparecedor deben ser juzgados; 11) Los delitos de lesa humanidad son solamente los cometidos desde la esfera del Estado y no prescriben; 12) Contra la delincuencia (creada sobre todo durante la década del ’90 por los que ahora piden seguridad porque se volvieron ricos ahí, en medio de esa bacanal de la corrupción) se lucha creando fuentes de trabajo y escuelas; después, con un sistema carcelario humano, para integrar a los que se extraviaron y no para hacinarlos en la indignidad y la violencia entre pares de desdicha; 12) El sistema binario –en que insisten los medios que impulsaron el protogolpe del 2008– imposibilita el diálogo democrático; 13) Creo en la lucha antimonopólica. Creo –como Adam Smith– que los monopolios enferman el mercado, son sus tumores, son antidemocráticos y sofocan el surgimiento de voces diversas; 14) Creo en el buen periodismo: el que expresa la libertad de quienes lo hacen y no la de las empresas; 15) Creo en la escritura. En la buena prosa. Creo en muchísimas otras causas. Y no creo en la TVVómito. Creo que esa TV es funcional a las lacras más profundas del país porque idiotiza a los ciudadanos en lugar de reclamarles lucidez. Creo que cualquiera puede entender cualquier cosa, cualquier idea o un buen espectáculo, por complejos que sean. Creo que estuve confiado, ingenuo y hasta algo bobo en el reportaje de La Nación. Le puede pasar a cualquiera. Hay algo que no me va a pasar. Desde hace cuarenta años estoy en la misma vereda. No solo, sino con algunos de mis más grandes amigos. Siempre que me busquen búsquenme ahí. Ahí voy a estar.

lunes, diciembre 26, 2011

Con absoluto respeto



Y el mejor de los deseos (Todas las hojas son del viento)

miércoles, diciembre 21, 2011

La insurrección del 2001

Por Marisa Sadi *

Sobre el papel decisivo de los jóvenes el 20 de diciembre, en su momento se dijo y se escribió bastante. Al revisar el material existente, es auspicioso comprobar que quienes de un modo u otro reconstruyeron las instancias de esos días, otorgaron su verdadera cuantía a valores que enaltecen la condición humana y no siempre son reconocidos como tales cuando se cuenta la Historia. Me refiero a la valentía, a la generosidad de poner el cuerpo en la primera línea, y por qué no, también a la astucia espontánea, a una pericia natural puesta de relieve en los combates callejeros que se libraron para no regalarle la calle al aparato represivo del des-gobierno de Fernando de la Rúa, (“Sin haber vivido nada, aprendimos en un segundo todos los códigos, todo en un segundo, qué hacer con los gases, ponerse contra la pared, todo...”) Sin embargo, el hilo de la historia exige una mirada que no se agota en el coraje de arriesgar la propia vida, como lo hicieron muchos jóvenes, en cada uno de los enfrentamientos con la policía. Circunscribirnos a esto omitiendo otras cuestiones sería fragmentar la historia. Para caer en las trampas de siempre.

Personalmente, el 20 lo vivimos con las Madres de la Línea Fundadora. De eso alguna cuenta di en un libro que habla de otras resistencias. Pero aquí vengo a compartir las experiencias de algunos jóvenes protagonistas. Poco después del 20, en una sobremesa de domingo, un dirigente de SIMECA, el Sindicato de mensajeros y cadetes -los motoqueros- y una integrante de la agrupación HIJOS desmenuzaron para mí detalles de lo que habían vivido al protagonizar la insurrección civil de 2001. Empecé a tomar notas. Tenía la mano recalcada cuando levanté la vista, y era noche cerrada. En esas horas de escucharlos, el pavor de conocer a fondo el peligro que realmente habían corrido cedió paso al asombro. Lo que me asombró no fue ese ramillete de anécdotas cargadas de frescura, de arrojo y de inconciencia juvenil que ahora tenía en mis manos. Me sorprendió el nivel de síntesis, el análisis que iban hilvanando y que discutían entre ellos. Estos no fueron pibes tirando piedras, nada más, me dije. Esa impresión se afianzó al recabar posteriormente otros testimonios y adquiere, diez años después, la dimensión de una continuidad histórica. Los relatos permanecieron bien guardados hasta ahora en que la cercanía del aniversario hizo que juntos revisáramos algo de todo aquello. Ratifiqué entonces, hablando con aquel pibe que fuera dirigente de SIMECA y hoy es funcionario del gobierno de Cristina Kirchner, aquella certidumbre que los alejaba del simple voluntarismo. Pude confirmar una caracterización que los aproximaba más a la espontaneidad entremezclada con la impronta militante que a veces deviene, con el tiempo, en la formación de un cuadro político. Así, tomé distancia de la semblanza limitada que de ellos se esbozara con frecuencia al identificarlos con un puñado de chicos ejerciendo de manera arrebatada e inconsciente el legítimo derecho de rebelarse ante la impunidad. Razones de espacio me impiden volcar en su totalidad los testimonios y detenerme en un análisis de la situación general que desemboca en las jornadas del 19 y 20 (no hace falta, además, porque de esto último hay diversos registros).

SIMECA, aún en formación, constituía una experiencia sindical distinta. De ellos se dijo que se planteaban horizontalidad, democracia interna, asambleas generales para cualquier decisión , que autonomía e independencia de cualquier poder eran la columna vertebral del gremio. Me consta, porque los tuve cerca, que esta caracterización se ajusta parcialmente a la realidad del Sindicato en esa época. Pero se queda corta. Vamos por partes.

SIMECA funcionaba en el local de HIJOS, que estaba ubicado en Venezuela, casi Piedras.

En la tarde del 19 los Hijos iban llegando al local, donde ya había organizaciones de la Mesa de Escrache y los pibes de SIMECA hacían una asamblea discutiendo la intervención de una agencia. Alguien llevó al local un televisor. – Por ahí veíamos los saqueos en Moreno y cómo iban avanzando hacia la Capital, cuenta Vicky. Gastón agrega que ellos conocían lo que venía pasando en el Conurbano, porque tenían “motos” (compañeros desarrollando su actividad de mensajería) en el Segundo Cordón, que los días previos iban mandando información. – Sabíamos, pero no teníamos armado nada. Fuimos a ver qué pasaba en la Plaza. Estaban sólo los medios diciendo que había gente pero nada que ver, dice Vicky y Gastón refuerza: Antes de que declararan el Estado de Sitio en la Plaza había un trompetista. ¡Era el único! El tipo estaba ahí solo ¡Tocando la Marcha Fúnebre! – Sí, añade Vicky, es el trompetista que toca en Dorrego y Figueroa Alcorta.

A las 20 los Hijos se reúnen en Asamblea. Las “motos” estaban reunidas en su salón. En la CTA había reunión de la Multisectorial del FRENAPO. Se discutía qué hacer si decretaban el Estado de Sitio. HIJOS y Motoqueros designan en asamblea unificada a los delegados que irían a la reunión en CTA. – Mientras tanto, HIJOS y SIMECA seguían en asamblea, esperando, prendidos a la tele y asomados a la puerta, sin saber para dónde correr. Estado de sitio. En ese barrio el cacerolazo comienza en los conventillos. Los pibes, que eran un montón, cortan la calle en la esquina, los vecinos hacían cacerolazo con los pibes. –Para hacer bulla empezamos a golpear la ventana del local que está en la esquina del local de HIJOS. Sale una vieja: Hagan lo que quieran pero no rompan ventanas ni prendan fuego porque tengo el depósito de mi marido, nos dijo. –Está bien, señora. No se preocupe. ¿Qué guarda acá? –Las pinturas de Carpani. –¡Uuuuuhhhhhhhh!!!!!!

Desde la CTA los pibes iban informando: –Esto vienen muy flojo. En cuanto a lo sucedido en las discusiones allí, en la Mesa del Frenapo, Gastón, que fue uno de los delegados, afirma: –SIMECA, HIJOS y eL Sindicato de Actores se levantan de la Mesa, se retiran, diciendo que había que salir a la calle. Fuimos los únicos. Más allá de la gente suelta que salió, orgánicamente fuimos los únicos. En este sentido, es coincidente el testimonio que después me brindó un joven abogado, Matías: –El 19 a la tarde los saqueos ya llegaban hasta Constitución y en la CTA se discutía qué hacíamos con el Estado de Sitio. Cuando sale en la tele De la Rúa nos reunimos para redactar el documento de rechazo junto con una convocatoria a la huelga general. Ahí se empieza a sentir levemente un ruidito, tin, tin. Nosotros seguíamos con el documento y... tin, tin, la gente con la cacerola. En CTA se planteaba la huelga al día siguiente e ir a pedir a los legisladores el levantamiento del Estado de Sitio. Al respecto también Gastón había sido coincidente en este punto: –El Tano (de Gennaro) se plantó con no salir a la calle porque la cosa pasaba por el Congreso. Matías aclar:ó: -La Juventud sí decidió salir, también parte de ATE Capital, APA. Chicos del Pueblo, todos ellos con extracción en la CTA pero con independencia. También, a pesar de lo que resolvió la CTA, muchos dirigentes participaron. Confluye otro testimonio, el de Damián, un militante del Movimiento Teresa Rodríguez que después fue motoquero: –La cosa fue espontánea. Nosotros estábamos con la CCC y la CTA. Los esperábamos en Belgrano y 9 de Julio. Nunca llegaron. Entonces nos organizamos. Llevamos a las mujeres y a los pibes a los micros. Nos quedamos unos cien compañeros, y aguantamos.

Retomo el relato de Vicky: –Al rato vuelven los delegados comunicándonos: La CTA no va a hacer nada. Nos preguntamos: ¿Qué hacemos? Entonces seguimos con el quilombo en la esquina y algunas motos empiezan a recorrer el barrio, pegando vueltas para que la gente baje. ¡Qué boludos, qué boludos, que el estado de sitio, se lo metan en el culo!” Vicky recuerda que había grupos importantes de gente en las esquinas. “En todos y cada uno de estos grupos había un vecino que dirigía, “vamos para acá o para allá”, “hagamos esto o aquello”.

Cuando los pibes vuelven al local, salen espontáneamente con las motos adelante y la bandera de HIJOS atrás, hacia San Telmo, la gente se iba juntando en Independencia para ir a la Plaza. Bajaban de las casas y se sumaban a la columna. –Cuando nos apiolamos de esto comenzamos a dar vueltas, para seguir sumando. ¡La columna que teníamos atrás era impresionante! –Sí -dice Gastón emocionado- era tan gigante que no podíamos creerlo. La gente nos tiraba papelitos desde los edificios, prendían y apagaban las luces a nuestro paso. Pegaban martillazos a los palos de la luz y... ¡parecía un campanazo!. Se sumaron los pibes de las murgas. –Cuando entramos a la Plaza no podíamos creer la cantidad de gente que teníamos atrás. Jamás habíamos juntado tantos.

Gastón opina que no es que seguían a las organizaciones sino que era espontáneo. Vicky disiente: –En el barrio, HIJOS ya estaba bastante instalado -dice- sobre todo en la zona inmediata al Local. Eso ya sumaba una buena cantidad, y hay que considerar el nivel de euforia; la otra gente de los barrios iba porque veía la bandera, las motos y la gente atrás.

Gastón no está de acuerdo con esto: –No se encolumnaban atrás de una organización, sino atrás del escándalo. Nosotros salimos a hacer escándalo primero que todos, por eso se encolumnaron. Si hubiese marchado primero la CTA, también se habrían enganchado. Vicky insiste: La columna venía atrás de la bandera y de las motos. Y entramos como Pancho por su casa con la bandera, cuando en esos días la consigna era no llevar banderas. Había media Plaza llena. Nos fuimos metiendo con la bandera y los vecinos nos hicieron bajarla. Todavía ahí no entendíamos que la cosa era sin banderas. Nos pusimos a hablar con ellos y les explicábamos que no éramos un partido político, etcétera. Los vecinos nos decían que nos tenían mucho más respeto a los HIJOS que a los partidos políticos, pero que así y todo, ahí la cosa era sin banderas. Gastón completa el cuadro de situación: –Se llenó de gente. “¡Dónde está que no se ve la famosa CGT!” Y ahí empiezan: “¡Que se vayan todos!”. –Cuando empiezan a reprimir, la gente llegaba hasta la 9 de Julio,-cuenta Vicky- largan los gases, mucho apretujamiento, cochecitos de bebés, viejos, minas, familias. Con los primeros gases la gente se desespera y empieza a correr a lo loco. Hay peligro de avalancha. Entonces agarran por las Diagonales, porque allí no llegaban los gases. En este punto Gastón y Vicky aclaran: –Repliegue de las masas, pero no se fue cada uno a su casa. Los pibes iban al local y volvían (habían guardado las motos) –En la Plaza cantamos el Himno –recuerda Gastón- y por segunda vez, en Diagonal Sur, de frente a la cana. Los “viejos” decían “La Plaza es nuestra. No nos vamos”. Cuando nos reprimen en Diagonal Sur, cagamos a piedradas a un patrullero. Ahí empezamos a darle a la cana -cuenta Gastón-, “¡No nos para el gobierno, no nos para la yuta. No nos para ninguno de estos hijos de puta!”. No había más cochecitos de bebés, pero la gente no se iba, si bien no todos estaban dispuestos a enfrentarse. Ambos jóvenes recordaron con amargura que: -En las corridas perdimos los bombos, todos los que teníamos, sólo quedó un redoblante rojo.

Después de la represión en la Plaza los pibes se reúnen todos en el local. Había pibes que no querían salir y se armó una discusión. Vicky opina que no era una postura, era cagazo, porque ya a esa altura se había podrido todo. Deciden ir todos a Congreso donde se reunía la gente reprimida en la Plaza. – Por Avenida de Mayo la gente hacía barricadas para que a la cana le cueste entrar. Dos canitas amenazaron con llevarse a unos chicos que no querían correr unos macetones usados como barricadas.. Empezamos a tirarles piedras. Cuando uno de ellos manoteó el fierro la gente los corrió a pedradas con tanta furia que se rajaron corriendo.

Matías, que estaba con otros compañeros en Piedras e Independencia, vivió esta secuencia de la siguiente forma: Empezamos a marchar hacia Congreso por Independencia, cruzamos 9 de Julio y vienen a avisar que todos iban para la Plaza. La gente en los balcones, saludando, y ahí empezó la adrenalina de felicidad total. Abrazos... Ríos y ríos de gente. Llegamos a la Plaza. Todo fiesta. La gente no para de venir hasta el primer tiro de los gases. “¡Uy! ¡Estos tipos están locos. Cómo van a reprimir de esta forma!” Querían que nos fuéramos pero la Plaza era nuestra. Ahí empezó la consigna de volver a la Plaza, que continuó hasta la noche del 20. Asì, por Diagonal hasta la 9 de Julio y que la gente pare y vuelva, pare y vuelva, y horas yendo y viniendo, y que aparezcan las piedras, y ... ¡ todos! Y la coordinación: “No, por acá! ¡Por allá! La permanente vuelta a la Plaza. Itakas, la policía de a dos en moto. La cana avanza y retrocede, hasta que gana arrinconándonos en Congreso.

Gastón cuenta que en Congreso estaban re apretujados, con banderas argentinas. Llegaban columnas de todos lados. “¡Que se vayan todos!” Vicky dice que la mayoría de las canciones eran contra Cavallo y contra De la Rúa. – Es increíble la cantidad de gente que se la bancó después de la represión y no se fue a su casa, reflexiona Gastón. A la madrugada, media hora antes de que la policía reprima, ellos dejan Congreso. Agustín, otro integrante de SIMECA que se quedó y presenció la represión allí, recuerda: -Cuando empezaron los gases fue un desparramo total, igual que había sido en la Plaza, y aclara y remarca: -Todavía no había una resistencia como sucedió al día siguiente, que la gente les hacía frente.

Los chicos, entonces, vuelven al local. En el trayecto presencian la cacería de toda la gente suelta. –Había un pibe que corría en zigzag. No lo podían agarrar. Para la cana era imposible aprenderlo. ¡No lo podían agarrar de ninguna manera! Corre y corre en zigzag. Casi zafa! pero después... lo agarraron. Al local llegaron corriendo porque dos cuadras antes un patrullero que los seguía apagó todas las luces. – Metimos las motos a los pedos y en el momento en que bajábamos la persiana y el Pelado y yo todavía estábamos en la vereda, nos balean -cuenta Gastón- y todo el mundo se tira al piso. Si pasás ahora por enfrente del local, vas a ver que está todo agujereado. Decidimos irnos, recuerda Vicky. –Es un peligro estar acá, dijimos. Nosotros fuimos a casa con dos compañeros, nos fuimos a dormir con un miedo espantoso de que nos fueran a reventar.

El 20

Dice Vicky: En la mañana del 20 algunos HIJOS salieron en grupos de a dos o de a tres para tener un control mínimo, saber si alguno caía preso, etcétera. Pero funcionó un rato. Después íbamos y veníamos del local para mojar los pañuelos y buscar más limones.

Gastón, por su parte, relata que en la mañana del 20 empezamos a hablar con los pibes de las paradas para recomendarles que si no iban a participar, salieran de la calle, porque se iba a pudrir todo. Esto se hacía de a dos o en forma dispersa. Después vuelven a dejar las motos en el local y van hacia la Plaza. – Se estaba juntando gente por todos lados. Era mediodía. La montada no dejaba entrar a la Plaza. Cada vez éramos más y empezamos a avanzar con unas barricadas hasta Florida. Mientras la gente de atrás de las barricadas tiraba piedras, nosotros íbamos por la vereda, por atrás de los árboles, hasta cerquita, y ahí le dábamos diez metros, y así íbamos corriendo las barricadas y avanzando. A veces retrocedían, dice, y en todas esas idas y venidas se dieron cuenta que las balas de goma no los alcanzaban. -Llegaban los gases, y los tirábamos a las bocas de tormento. También recuerda que cuando ven que las balas no llegan levantan las barricadas, gritando como los indios, y avanzan corriendo. Todos no tiraban piedras pero eran miles de personas. Algunos partidos y agrupaciones se mezclaban con la gente.La policía se repliega. Fue como una estampida. Llega al patio del Cabildo. Retrocede hasta el borde de la Plaza. Sobre Diagonal Norte estaban los caballos. Esto sería alrededor de las dos de la tarde. Gastón detiene el relato por un instante. Me pide un mate. Con esa pausa se toma su tiempo para soltar la próxima frase: – Desde antes del mediodía hasta las seis de la tarde fue batalla constante. Con la montada hubo diferentes peleas. Algunas nos enfrentábamos con las motos y otras de a pie. Siempre los corrimos. Nunca llegamos a tener una pelea cuerpo a cuerpo. Ellos le huían. Y con los caballos... ¡ay!, ¡cómo corrían!

Matías recuerda esas horas así: A las diez en la Plaza se discutía si ir al Congreso o quedarse a disputar la Plaza; estaban Basteiro, Zamora, etcètera. Gases. La cana rodea la Plaza. Que nos quieren sacar, que se canta el Himno, que vienen los caballos. En la tele se ve uno que le da una piña a un caballo y lo desmaya. Ahí... ¡todas las ideas! ¡Ahí pintaba todo! Entran los caballos. Después veo cuando entran las Madres a la ronda. Al respecto cuenta Jorge, un militante de Derechos Humanos que estaba con las Madres: Era casi imposible entrar. Era un amasijo. En un momento Enriqueta me dice: “Mi hijo me está esperando en la Plaza”. Jorge se agarra la cabeza y pregunta entre risas: ¡Y qué iba a hacer!. Le ofrezco el brazo, la petisa se agarra fuerte, me digo: que sea lo que dios quiera. Y nos mandamos. Taty (otra madre de Línea Fundadora) se enfrenta sola con los caballos. Había gente de los organismos, un fiscal, nos tiran todos los caballos encima.

Gastón, por su parte, recuerda: En un momento la montada pasa por encima de las barricadas. Querían entrar por Irigoyen. Avanzamos todos por otro lado, con esa masa de gente, a Diagonal Sur. Nos avisan que reprimen a las Madres. Era la ronda de los jueves.

Vinieron a cortarnos la Diagonal de frente. En este punto se da una escena que salió en todos los medios: La gente voltea una garita -el policía se había escapado- la arrastran para usarla de barricada, la prenden fuego. Gastón recuerda: – Fue una nube de humo tan grande que no se veía la Plaza. De entre medio de la columna negra de humo salieron mil personas. Ahí tiraban a mansalva. Te tenías que ir porque te fusilaban. Ahí ganamos la Plaza. Vicky destaca la furia terrible que tenía la gente porque se veía a las Viejas en la ronda totalmente desprotegidas, querían entrar y no se podía. Pero les ganamos y algunos pudieron entrar. Después termina la ronda. Eran gases constantes. No pararon un minuto.

El bar de la esquina estaba abierto, te daban agua, dejaban entrar a la gente.

Se entrecruza el relato de Matías: Después de la ronda: a Diagonal Sur. Ir y volver, patear gases. Lazos fuertes... Una mirada de reojo que te la vas a acordar toda tu vida.

Gastón continúa: Después de romper el cordón de la Plaza hacia afuera nos cagan a gases. Pierdo la noción. Me meten adentro del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. El portero abría y nos entraba. Tenían agua, una palangana, reanimaban a la gente.

Desde adentro del Instituto, la nariz pegada a los vidrios, observan a un pibe que viene por Maipú. Lo persigue un caballo. Corre. Corre como un loco. El caballo atrás. Y el pibe corre, corre y corre, y llegando al Instituto saca la Banelco y logra ingresar al cajero automático del Banco Credicoop. El de la montada viene y se queda con el caballo en la puerta del Banco amenazándolo, encara como para arremeter contra la puerta del cajero. El caballo patina, en la caída, al policía lo caza un grupo de gente y lo hacen mierda. Después vino un patrullero y se lo llevó. La gente gritaba “¡Se puede. Vamos a darles que se puede!” En este punto del relato Gastón hace otra pausa. Después aclara algo importante: – Hasta ese momento los “motoqueros” iban a pata. Había algunos pibes que son los que la gente ve temprano, pibes que estaban laburando con las motos, como todos los días, y participan. Eran pibes no afiliados, pibes sueltos. Esto se dio desde antes e independiente de los tres grupos de motos que armamos más tarde. Esto impresiona, según el relato de Gastón, como algo espontáneo, o mejor dicho, como algo más espontáneo que los tres grupos de motos que salieron después organizadamente pero que en definitiva también fueron espontáneos. Fernando, un pibe que al igual que sus compañeros de la mensajería donde trabajaba, no pertenecía al Sindicato, me contó después que en la mañana del 20, en su mensajería se estaban preparando para salir organizadamente a la calle. Fernando cuenta que a poco de salir, -a raíz del despelote, nos perdimos, nos desperdigamos. Recién volví a encontrarme con mis compañeros en el Obelisco. En el ínterin, en medio de los gases, lo llevé en la moto a Tognetti. En un momento dado me encuentro en Alem con un grupo de pibes en moto y nos metemos por Corrientes a contramano. El microcentro, en cuatro horas, para mí fue un infierno que nunca lo había vivido. Como puede verse, la correlación de los relatos es perfecta, también en este caso. Es importante resaltar la cantidad de motoqueros que se sumaron a la insurrección civil sin estar encuadrados en SIMECA. Fueron estos los pibes que se constituyeron en esa suerte de avanzada que indicaba a la gente por donde ir, yendo y viniendo, avisando dónde golpeaba la policía, por qué calle convenía salir, ayudando a los heridos, etc. Ellos –dice Gastón- bancaron la cosa hasta que recién a las cinco de la tarde, aproximadamente, nos organizamos los chicos del Sindicato en forma conjunta y así irrumpen las motos organizadamente y juntas en escena. Le pregunté a Gastón si puede hacerse un cálculo sobre cuántos motoqueros organizados hubo en la calle. Tanto él como los otros entrevistados respondieron que no se puede calcular. -Lo seguro es que había muchísimos pibes sueltos de diferentes mensajerías. Había además pibes cercanos al Sindicato que el 20 estuvieron sin las motos.

Después de esta aclaración necesaria Gastón retoma el relato: – Del Instituto me voy a HIJOS. La cana estaba ganando todo hasta 9 de julio. Del local salen caminando todos juntos, los Hijos, Simeca, y algunas agrupaciones cercanas. Nos recuperamos un poco. Estábamos destruidos. Igual teníamos tiempo para tomarnos una gaseosa, todos amontonados en fila, sentados contra la pared. Si venía la cana nos mataba a todos juntos. Agarramos el boulevard, después Lima. Ya venía gente de Provincia, habían llegado los saqueadores. Estaban rompiendo todo y sacando las cosas de los negocios. Un montón de Hijos se asustan y no avanzan. “No tiremos piedras, no participemos”. Viene otro grupo diciendo: La policía está pegando en el obelisco. Aquí confluye nuevamente el relato de Matías: -Nos ganan las laterales. Entonces, a 9 de Julio. Miles y miles... Líneas de canas tirando sobre Avenida de Mayo. La dinámica era: vamos corriendo a lo Highlander, a lo indio, la cana apuntando, no pensaba que me podían dar a mí.

Le pregunto a Gastón si ellos tuvieron noticias de que había muertos y me responde que no.

Insisto para saber si en algún momento se enteraron del asesinato de Gastón Riva, el mensajero que asesinó la policía en Avenida de Mayo. Gastón me dice que tampoco supieron y me cuenta además que Riva no estaba encuadrado en el Sindicato. – Gastón solía concurrir a las marchas del Sindicato, o a alguna actividad, era un trabajador cercano pero no estaba en SIMECA. A propósito de Gastòn Riva y de los relatos que siguen, diez años después recordamos con Gastón dos videos periodísticos, uno de Punto Doc y otro de Canal 13, que en aquel momento, aún sin editar, habían llegado a manos de los chicos. Se ven escenas de Avenida de Mayo y 9 de julio: se ve la guerra de las piedras. Y los pibes... todos pibes! Después corridas. ¡Argentina, Argentina! Es temprano. Se ve a Gastón Riva con su bolsito cuando aùn no le habìan disparado. De pronto se produce una arremetida feroz de la gente Se observa que la policía tiene que retroceder, algo que surge también de los testimonios que seguidamente se transcriben. En el video puede apreciarse un descontrol total. Todavía hay tránsito de autos. Se ve cuando se llevan a un pibe con una bala de plomo en la pierna. Enseguida enfocan Avenida de Mayo y ahí ya puede observarse a Gastón Riva en el suelo. Se ve el masaje cardíaco, la gente que lo carga, ¡La ambulancia no quiere entrar, no quiere venir a buscarlo! Se ve a Diego Lamagna muerto -hubo una diferencia de 15 minutos entre los dos asesinatos- la gente puteando, impotencia, maniobras desesperadas de los paramédicos. La gente gritando ¡Argentina, Argentina! Una señora llora. Se llevan al pibe muerto. Aparentemente, esa avanzada infernal de la gente, la ofensiva monumental contra la policía, que es la que también relatan los chicos más abajo y habíamos visto en el video segundos antes de que enfocaran a Gastón Riva tirado sobre Avenida de Mayo, se produce porque las personas presentes reaccionan cuando le pegan el tiro en la pierna al pibe. En ese momento entran también las motos y le tiran a Gastón Riva.

La tanqueta

Matías sigue contando y su relato se toca con lo que después veríamos en los videos: -La cana estaba organizada pero tuvo que replegarse hacia la Plaza. ¿Sabés lo que es ver doscientos canas que nunca van a hacer lo que vos querés y terminan yéndose todos juntos? Se les acabaron los gases. Retroceden. Avanzamos por Avenida de Mayo. Se escondían. Estaban perdidos, hasta que aparece la tanqueta.

-La tanqueta viene atrás de un micro. La primera reacción cuando apareció esa cosa fue morirse de risa. Pero te agarraba y te mataba. Encima se asomaba un boludo con casco y nos disparaba. Ahí fue cuando en la desesperación algunos pibes agarran dos botellas para armar unas molos y fue cuando aparece un viejo que ofrece el pañuelo para la mecha. Antes, Gastón me había hablado del señor del traje en estos términos: -... Ahí ya estaba claro que te mataban. Los pibes agarraron dos botellas, pensando que podrían armarlas tipo molo, para tirárselas y parar a la tanqueta. Uno de los pibes buscaba nafta y tapones para poder llenarlas y aparece un viejo de estos que van a los bares, de traje antiguo, uno de estos viejos tangueros, que se quedó en el tangueta, y le dice “Toma pibe, usalo para la mecha” Era el pañuelo que le adornaba el bolsillo del jetra. – “¡Gracias, señor!”¿Qué hacía el viejo en medio de todo ese quilombo...? Matías completaba el relato del “tanguero” de la siguiente manera: - ... El viejo del traje a rayitas... Cosa de otro mundo. Es más, capaz que nunca existió. Era un viejo salido de una película, tal vez venía de “Sacco y Vanzetti”! Pero volvamos a la tanqueta. La tanqueta seguía persiguiendo a la gente sin tregua, dice Matías. Los partidos políticos no se movían. Había un combate feroz en el Obelisco pero los partidos de izquierda se fueron. El único partido que se quedó fue Convergencia Socialista.

Gastón también refiere lo sucedido en ese momento: Todavía no sabíamos que ya habían matado al chico que estaba en la puerta del HSBC. La cana había llegado a Irigoyen y Avenida de Mayo. En ese momento se da que estábamos a diez metros de ellos pero no nos llegaban los tiros (En realidad, se les habían acabado) . Entonces, meta piedrazos desde la esquina. Ahí aparece la tanqueta sorpresivamente y empieza a arremeter contra los cúmulos de gente, empieza a perseguir gente, a una velocidad infernal, para pisarla!

Vicky acota: -Cuando renuncia De la Rua hay como diez minutos de impasse. La gente empieza a festejar hasta que llega la policía a Av. De Mayo y 9 de Julio. Cuando empiezan los piedrazos a la policía -doscientas piedras a la vez- es cuando llega la tanqueta.

Cuando la tanqueta -que intentaba aplastar al que sea- entra a correr gente a una velocidad de locos, en un momento persigue al grupo en el que estaban los chicos. -Cruzábamos en zigzag y a los pedos la 9 de julio, pero no había forma de zafar. En la persecución, la tanqueta se llevó puestas rejitas, bancos, árboles, de todo. Le quedaban las rejas colgando...¡¡era aterrador!! Huíamos constantemente de ella. Gastón y Vicky se refugian atrás de un árbol, rogando que el árbol aguante. La tanqueta los pasa rozando. Corren a la cabina de gas que están en el boulevard y se quedan allí, Vicky tenía un terrible ataque de nervios.. Mientras tanto, algunos pibes hacen de sebo, direccionando a la tanqueta mientras los de las molos, escondidos detrás de un árbol, se preparan para tirárselas a la tanqueta, que sorpresivamente baja a la calle, se aleja. –Los pibes tuvieron que apagar las molos y se quedaron escondidos detrás de los árboles. Para mí que el milico tuvo una premonición. Entonces salimos todos de los escondites, con un montón de gente, a correr la tanqueta a pedradas. Ahí se asoma el miliquito y tira con una 9 para afuera. Piedrazos. En una se la dieron y ahí la tanqueta se fue. Vicky reitera que la tanqueta salió cuando no hubo presidente, porque podían hacer lo que querían. ¡La tanqueta, para mí, fue lo peor del 20 de diciembre! Después aparece un patrullero, la gente lo corre y el patrullero lleva a toda la gente hasta la infantería que estaba escondida, por Belgrano hacia el Bajo. La infantería se planta, no avanza. Eran muchos y había un montón de patrulleros atrás. Había que irse.

Vuelven al local

Gastón retoma su cronología y vuelve a remarcar: -Los motoqueros salen en forma organizada con las motos después de las cinco de la tarde.

Ahora, como con esta crónica no hago otra cosa que efectuar un reconocimiento con el propósito de siempre, que es transformar otra omisión en un registro histórico, interrumpo el relato de Gastón para darme el gusto de decir que el 20 de diciembre fue el día en que los motoqueros cumplieron hasta el límite su rol de mensajeros. Ellos llevaron, a costa de su vida, noticias que a esa altura resultaban estratégicas, vitales para que la ciudadanía impidiera que los asesinos de siempre se queden con la calle y con la dignidad a la que supo aferrarse a pesar de los 30.000, a pesar de los ‘90 y del remate lastimoso del gobierno de la Alianza. Los motoqueros fueron vanguardia, la fuerza de choque que abrió camino arremetiendo con el cuerpo contra la policía, sacando heridos de la línea de fuego de la represión, enfrentándose con la montada, o transportando en su moto a periodistas y a abogados que recorrían las comisarías atestadas de gente y a diputados como Ariel Basteiro (de él dijo Gastón: -Ariel tuvo una intervención fundamental, heroica, el 21, cuando la policía tomó el Hospital Argerich reteniendo a los heridos, después de la represión en el Obelisco (por razones de espacio no se reproducen los relatos referentes a ese día). – Hay dos cosas que a Basteiro lo dejan como a Ongaro, -dijo Gastón- Aerolíneas y el 20 de diciembre. A partir de Aerolíneas hubo un quiebre en lo sindical, porque Aerolíneas volvió a llevar el sindicalismo a la gente, “Todos somos Aerolíneas”, los taxistas con la banderita, miles de personas participando de esa marcha histórica, etcétera. Además, los dos hermanos Basteiro estuvieron desde el 19 recorriendo comisarías, participaron de todo, inorgánicos. La CTA se metió para adentro y los Basteiro estuvieron en la calle.)

Retomo: estábamos en Gastón contando que las motos salen organizadamente a las cinco.

- Fue cuando balean al pibe de las rastas. Porque por la tele del local vemos cuando le pegan el tiro, las maniobras desesperadas de la gente, vemos que lo suben a un taxi. Lo confundimos con Fabián, un compañero del Sindicato. Lo ve Cristian: -“¡Lo mataron a Fabián!” Ya estábamos todos en el local. Agarraron todas las motos, convencidos de que habían matado a un mensajero, y se subieron armados con palos, para entrar a pelear de vuelta. Salen para la 9 de Julio. Gastón insiste: -Hasta ese momento la participación en moto fue de gente suelta. Ahí se les une un grupo de motoqueros. -A la cabeza de ese grupo venía el Viejo Martín. El grupo del Viejo Martín venía con banderas. Nos juntamos todos y empezamos a dar vueltas en el obelisco. La gente empieza a aplaudir. (El “Viejo” Martín no llegaba a los cuarenta años. Pero para los pibes esa edad era equiparable a la de un fósil. De ahí el apodo. Martín era un tipo encantador, perfil bajo, tranquilo, y vivía con VIH. Poco después murió de Sida. Entre las notas que tomé diez años atrás apareció un volante de SIMECA promocionando las peñas que se hacían en el local que el Sindicato después tuvo en la calle Venezuela. “SIMECA – BAR VIEJO MARTÍN – Te invita a las 21 hrs. PEÑA Por la Patria – a escuchar y disfrutar canciones, voces y música de nuestra tierra rioplatense – precios promocionales...”). -Viene un pibe de Convergencia Socialista, el único partido que participó con nosotros o al menos que yo vi -sigue Gastón-, y nos avisa que viene la cana marchando por Diagonal. Ahí es cuando los saqueadores atacan Mac Donald. Las motos se escapan de la policía por Corrientes. La policía empieza a tirar. Les dan a Gastón y a Cristian. Caen al piso. -Nos ayudan a levantar y arrancamos. Las veredas de Corrientes estaban minadas de gente cantando “¡Motoqueros, carajo!”Ibamos todos con la cara tapada, sucios, traspirados, cada moto llevaba atrás otro pibe con palos. ¡Éramos detestables! exclama Gastón aludiendo a su aspecto impresentable. – Pero la gente igual nos aplaudía. Fuimos hasta la Casa Rosada esperando que saliera no se quién.

“¡El 20 en la Plaza pusimos los huevos y en el Microcentro mandan los fleteros!” “¡Sos cagón, sos cagón, policía sos cagón!” Nos avisan por handi que están reprimiendo en el Obelisco. Agarramos por Paseo Colón y a contramano por Corrientes. La infantería venía marchando por Corrientes. Nos metimos a los palazos contra la infantería. Arremetimos con las motos. La gente que nos había aplaudido antes estaba toda ahí. Los pasamos de largo, a palazo limpio, la gente cantando con nosotros. En 9 de julio también los corrimos a palazos. Para mí, ahí terminó el 20 de diciembre. Después patrullábamos las calles y la gente salía a los balcones aplaudiéndonos. “¿Está todo bien?” ¡Nunca pensaron que iban a aparecer tantas motos juntas!

Diciembre 2011


Revisando con Gastón lo que me habían contado años atrás, le pedí un hecho a destacar entre tantas vicisitudes del combate callejero.

– Pensá que una nota no puede tener más de dos o tres páginas -le dije. ¿Cuál fue para vos, entre todo este anecdotario, el hecho más importante en cuanto a la participación de ustedes?

– Desde mi perspectiva de hoy, a diez años de aquello, el hecho más importante no fue ninguna de las anécdotas que te contamos. El hecho más importante fueron las discusiones previas. No se lo que piensan los compañeros hoy pero lo que yo creo es esto. El hecho político más importante se dio los dos días anteriores al 20, mientras participábamos en las discusiones acerca de qué había que hacer. Ya había una formación política, existía una continuidad.

– Sin embargo, si uno revisa el material que se publicó en su momento, encuentra términos como: “los combativos”, “los más duros y jóvenes”, “una afamada costumbre contestataria”, “son la vanguardia de las marchas de piqueteros”, no mucho más que esta caracterización. – Aníbal Fernández dijo una vez:“Esos pibes se formaron escuchando a los Redondos y en el fútbol del ascenso”. Buscalo porque en algún lado está publicado eso, y es así, nomás. Los palos más duros que recibí en mi vida me los dieron yendo a ver a los Redondos y en la cancha. Pero además de los palos que nos endurecieron, antes de 2001 hubo un camino que fuimos haciendo. Esa pata le falta a algunas caracterizaciones que se han hecho de los motoqueros.

– No creo que fuera casual que SIMECA funcionara en el local de HIJOS.

– HIJOS y SIMECA hicieron el mismo proceso y compartieron una línea muy parecida. Había además varios militantes de HIJOS que también estaban en SIMECA. De hecho el Pelado Mariano funda HIJOS. Yo estaba por otro lado, nos juntamos y se crea SIMECA con dos o tres espacios diferentes que se fusionan.

– Siempre se dijo también que eran un sindicato diferente por su horizontalidad, por la independencia de cualquier poder, por la falta de cargos rentados, etc.

– Si yo lo pienso desde hoy, te tengo que decir que en los ’90 la política se hacía desde la horizontalidad, desde la apertura, las asambleas, desde el contrapoder y la contracultura, etc, la línea del zapatismo..., el centralismo democrático, ese “mandar obedeciendo” para todas las organizaciones de resistencia. Pero creo que todo eso no funcionó, creo que eso lo dejó la década del ’90. Hoy lo veo -y esto también es personal- como una suerte de imposición que en definitiva no permitía que avancemos.

– A mí me consta, porque los tuve cerca, que SIMECA fue una experiencia sindical fuera de serie. ¿Qué fue entonces para vos lo que marcó la diferencia?

– SIMECA organizó una franja de trabajadores víctimas de los ’90. No olvidemos que en el terreno de las tercerizaciones y el trabajo precario, los remiseros y los motoqueros fueron la imagen más palmaria de esto. Cerraban fábricas todos los días y en las familias de desocupados el padre se ponía un kiosco y el hijo se compraba una moto.

– En el gremio de ustedes el 98% trabajaba en negro...

– Sí, y el único sindicato que tuvo prensa y consiguió algunos objetivos, logrando instalar la existencia de las tercerizaciones, de los contratos basura, del trabajo a destajo, fue el de los motoqueros. Lo que hizo que SIMECA fuera un gremio diferente es esto. Nosotros organizamos esa franja, y creo que es precisamente por eso que se da la desaparición del grupo fundacional de SIMECA durante el kirchnerismo.

– En algún momento me habías comentado que pierden la oportunidad de ser un Sindicato por discusiones internas...
– El tema es complejo, hubo una serie de factores que influyeron en la disolución de aquella primera experiencia...

–Toda esta “revisión” del itinerario de los “motoqueros” y el análisis que hacés diez años después, no hace más que jerarquizar la participación que tuvieron en la insurrección del 2001. No fueron pibes tirando piedras, nomás. Le estás confiriendo a los sucesos del 20 un sentido histórico y político que es el mismo que sistemáticamente devalúan los dueños de la Historia cada vez que des-legitiman toda rebelión legítima.

–Lo importante es ver que esa formación política anterior al 2001, esa continuidad de la que te hablaba antes, se va robusteciendo en muchos de nosotros y llega hasta el presente.

– Hoy sos funcionario del gobierno de Cristina.

–Sí, y creo que sería interesante revisar alguna vez todo lo que hace al debate y la discusión en SIMECA, y también ver cómo tarde o temprano muchos militantes, incluso varios de los pibes que en aquel momento eran dirigentes del gremio, confluyen de un modo u otro en este Proyecto.

Buenos Aires, diciembre 2011


* Marisa Sadi es autora de "Montoneros, la resistencia después del final", "El caso Lanuscou, Columna Norte. La otra Historia" y coautora con Omar Besabe de "La significación omitida".

sábado, diciembre 10, 2011

Homenaje a Frantz Fanon en Buenos Aires

En el cincuentenario de su muerte,Frantz Fanon, escritor y militante revolucionario que con "Los condenados de la tierra" iluminó a todo el Tercer Mundo, es recordado esta semana en Buenos Aires, a través de dos actividades político-culturales.

Fanon, quien falleció de leucemia el 6 de diciembre de 1961, aportó teoría y praxis a las revoluciones que sacudieron a todo el continente africano en la década del 60 y en especial al proceso liberador que culminó con la independencia de Argelia del imperialismo francés, en 1962.

El primero de los actos se desarrolló este miércoles en el marco del cierre de actividades anuales de la Universidad de los Trabajadores, que funciona en la Ciudad de Buenos Aires, en la fábrica recuperada por sus trabajadores, IMPA. Allí, en primer término habló el poeta y escritor Vicente Zito Lema, quien abordó la temática de los Derechos Humanos, en honor a la finalización de un Seminario sobre el mismo tema que encaró la Universidad.

Zito Lema enfatizó que "ahora muchos hablan de los derechos humanos, pero cuando en los años 60-70 y 80 había que defenderlos con el cuerpo, nadie los veía en los lugares donde se disputaba esa batalla". El renombrado intelectual argentino, dio testimonio de lo que había sido la lucha en esa época pero también señaló que "muchos de nosotros seguimos en ese camino y no callamos ahora ante las flagrantes violaciones de los derechos humanos de los pueblos originarios, de los campesinos, de los hambrientos. Callar es complicidad y cobardía y no nos prestaremos a tal acto que sólo ayuda a la muerte y no a la vida", acotó, generando una ovación del auditorio.

Luego, el periodista Carlos Aznárez, dedicó su alocución a recordar a Fanon y su corta pero fecunda vida, ya que aquel falleciera a los 36 años.

"Nacido en Martinica, Fanon se destacó como psiquiatra y terapeuta social, revolucionando esa carrera cuando le tocó actuar como tal en el Hospital de Salud mental argelino, donde eliminó el electroshock, y humanizó radicalmente la relación con sus pacientes, que llegaron a defenderlo a rajatabla ante los ataques que comenzó a sufrir por sus posiciones de lucha", dijo.

En 1954 tomó contacto con la naciente batalla del Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN), a quien dedicó sus esfuerzos y su saber. Teórico sobre los problemas de la negritud, ideólogo del Tercer Mundo, obsesionado por como los colonizados caen muchas veces en las prácticas y costumbres del colonizador, Aznárez describió a Fanon como "un imprescindible" que reivindicó el derecho a rebelarse por los medios que sean, para combatir al racismo, al imperialismo y al capitalismo". "Él y sus libros nos ayudaron a formar y nos dieron conciencia en los 70 pero también a millones de personas en el mundo, que se supieron rebelar ante la injusticia. Como visionario que era, Fanon advirtió en algunos de sus libros sobre los peligros que se podían gestar sobre los países que rompían con las ataduras coloniales: la falta de conciencia crítica, la cooptación, los procesos educativos que no rompían con las pautas impuestas por las metrópolis, todos esos elementos, podían provocar (como finalmente ocurrió en varios procesos) involuciones nefastas", explicó el orador.

El acto culminó con la lectura de fragmentos de libros de Fanon y con la del prólogo de "Los condenados de la Tierra", escrito por Jean Paul Sartre.

Este próximo viernes, los homenajes a Fanon continuarán en el local de las Asambleas del Pueblo (Chacabuco y México, en el barrio de San Telmo), con la proyección de la película "La batalla de Argelia", del cineasta Gilio Pontecorvo, un clásico que habla de la lucha del FLN para liberar a Argelia de las cadenas impuestas por Francia.

Resumen Latinoamericano