sábado, diciembre 08, 2012

Chau, petiso, hasta la victoria

Ayer, 7 de diciembre, murió "el petiso" Amorín. Tenía 66 años. Miembro fundador de los "protomontoneros", junto al "negro" Sabino Navarro y el "pinguli" Hobert, combatiente de los mejores y amigo.

Así lo recuerda mi hermano:

Auténtico exponente de la militancia juvenil asumió su compromiso a mediados de los años sesenta, en una época en que los cuadros peronistas no se iniciaban
en la política soñando con ocupar un cargo; como solía decir el petiso José, “en aquel tiempo, si solamente caíamos presos nos dábamos por satisfechos”. Fue siempre fiel a sus ideales. Luchó por la alegría, y concibió la vida como una entrega solidaria y plena. Así vivió y así lo recordarán sus familiares y sus amigos y compañeros.

Y estas palabras son de Ernesto Jauretche:

EL LEJANO OESTE ESTÁ DE LUTO

Un típico petizo: arrogante, autosuficiente, audaz; de los que tienen que demostrar día a día su superioridad; un peronista de buen trapío; en fin, un incorregible, como los que van al matadero cantando.

No tenía nada que perder, salvo su rozagante dignidad. Y acabó su existencia en la felicidad de su última apuesta de vida: amor de hembra joven, olor a alfalfa, pampa, cielo y caballo. En Punta Indio lo vamos a extrañar.

Murió el asaltante de diligencias sin oro, el vengador de causas descamisadas, el ideólogo de la ilusión, el gozozo del olor a pólvora, el entregado -sin remuneración ni reconocimiento. El negro Sabino Navarro, su jefe y maestro, allá en la estanca donde lo está esperando, lo recibirá como corresponde: cantando la marcha peronista; a su lado, Pinguli tamborilleará el ritmo con los dedos.

En sus etapas de subordinación orgánica, fue el conductor de una armada brancaleone en camisón y en pata; eran los pre-montos que improvisaban sus primeras temeridades. Médico que hizo honor como pocos al juramento hipocrático, ejercía en el páramo de la clandestinidad, mientras planeaba inverosímiles operetas en un desvencijado consultorio improvisado. Por su insubordinación fue a parar al lejano oeste; se destacó como el vaquero esmirriado de gatillo certero capaz de conquistar al más reacio con un discurso torrencial.

MURIÓ JOSE AMORIN, y con él otro vestigio de una estirpe: la de los optimistas de toda la vida, los ganadores, los que no se rinden, LOS INVENCIBLES. Los que vivirán para siempre en el cementerio de la memoria.

Pepe montonero querido
Hasta la victoria

Ernesto Jauretche
7 de diciembre de 2013

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