lunes, enero 14, 2008

Con un neumático en el cerebro

Confieso que no encuentro otra explicación para la cantidad increíble de muertes en accidentes de tránsito en nuestro país. Unas 20 personas mueren por día, cerca de 7.000 muertos por año (8.104 en el 2007), y más de 120.000 heridos anuales de distinto grado.

Tampoco encuentro explicación para la inercia que nos aqueja. Año tras año, seguimos horrorizándonos por las estadísticas. Año tras año, seguimos insistiendo en que la “educación vial” es necesaria, cuando los argentinos estamos demostrando que dicha educación nos importa poco o nada, y que la irresponsabilidad prima por sobre la cordura que debería imperar cuando nos ponemos al volante de un aparato de 2.000 kilogramos que puede circular a 180 kilómetros por hora.

Quizás cuando trepamos a nuestros automóviles, los argentinos saturamos nuestra materia gris con una serie de románticas imágenes de películas de Fórmula 1. Tal vez soñamos con esas señoritas pulposas semi cubiertas con mamelucos ajustados que acompañan a los pilotos los domingos en los autódromos del país.

Acaso fantaseamos –a falta de heroísmos más sustanciosos- con un podio bañado en champagne y el aplauso de las multitudes enfervorizadas.

O simplemente nos metemos un neumático en el cerebro y dejamos de pensar.

“14/01/08- Córdoba. Trece personas murieron al chocar de frente dos automóviles cerca de la localidad cordobesa de La Francia, informaron fuentes policiales. El número de víctimas aumentó al conocerse el fallecimiento esta madrugada de una de las dos niñas que se...”

“14/01/08 San Juan. Dos ciclistas, presumiblemente un hombre y su hija, fueron embestidos por un camión. Presentan pérdida de conocimiento, politraumatismos varios y fracturas de cráneo. Un niño también resultó herido…”

“13/01/08 La Plata. Al menos once personas resultaron heridas ayer en distintos accidentes de tránsito ocurridos en la Región. En lo que va de 2008, éstos han sido una de las principales causas de muerte en La Plata y alrededores, acentuando así una peligrosa tendencia que va en aumento año tras año.”

Hoy ya son más de 80 los ciudadanos argentinos que perdieron la vida en los 14 días que lleva el 2008. ¿Vamos a continuar mirándonos el ombligo? Veamos los datos para ubicar el problema:

Las principales arterias del país están colapsadas. Las rutas nacionales están diseñadas desde la década del 50 y siguen siendo las mismas(Gustavo Brambati – Jefe de Departamento del Centro de Experimentación y Seguridad Vial).

Una red de caminos nacional de 38.000 kilómetros, 191.000 kilómetros de rutas provinciales, de las cuales sólo 36.000 están asfaltados. El 52% de los accidentes ocurre en rutas nacionales. Un 25% en rutas provinciales. 10% en autopistas. 7% en avenidas. 6% en calles de ciudades.

El 90% de los accidentes se atribuye al error humano. Por supuesto, podemos hablar de que las rutas son viejas, y pueden estar mal mantenidas. Que algunas tienen un ancho de 6,70 metros, cuando deberían tener más de 7,30 metros, por las dimensiones de los vehículos nuevos, según afirma Miguel Angel Salvia, presidente de la Asociación Argentina de Carreteras.

Pero no podemos modificar decenas de miles de kilómetros de rutas. Por lo menos, no enseguida, ni en pocos años.

¿Podremos “modificar” a los conductores? ¿Cambiar su actitud?

“Durante todo 2007, y hasta los primeros tres días de este año, 113 personas murieron en Chubut como consecuencia de accidentes de tránsito.

La cifra representa un 20 por ciento más que la producida en 2006, cuando los fallecimientos por esa causa fueron 94” (diario Jornada – Chubut)

Los datos parecen indicar que, pese a todas las campañas de seguridad y concientización vial, muchos conductores no quieren ser “modificados”. Las fallas humanas más comunes son: invasión de carril, distracciones, velocidad inadecuada, maniobras abruptas, cansancio…

Creo que debemos tomar conciencia que muchos de nosotros estamos manejando vehículos pensados para carreteras que no son las nuestras. Que alcanzan velocidades que, en nuestros caminos, son siempre inadecuadas. Que si no podemos solucionar el problema cambiando las carreteras y no queremos seguir matándonos entre nosotros, pero no podemos “obligarnos” por las buenas a “sacarnos el neumático de la cabeza”, debemos aceptar una imposición por la Ley.

Concretamente, en la provincia del Chubut vamos a proponer un proyecto de Ley que establezca que los vehículos particulares que se patenten y/o radiquen en la provincia, deban incorporar un dispositivo limitador de la velocidad máxima, independiente de la voluntad del conductor y que no pueda ser modificado por éste. De acuerdo a la legislación vigente, el máximo debería ser de 130 km/h.

Se nos dirá, como ha sucedido en otras provincias para frenar la iniciativa, que un accidente es fatal “tanto a 170 km/h como a 120 km/h”, por lo que limitar la velocidad no sirve para nada.

Sin embargo, eso es una falacia bastante elemental. En principio no toma en cuenta que a mayores velocidades, las posibilidades de error humano se multiplican.

Que las distancias recorridas para el frenado hasta y desde que los reflejos se activan son proporcionalmente mayores cuanta más velocidad.

Que si bien los motores y la estructura de los automóviles modernos están preparados para desarrollar esas velocidades, no siempre los conductores mantienen otros aspectos técnicos en condiciones ideales, por ejemplo los neumáticos, que no reaccionan igual dependiendo de su estado de desgaste, de la velocidad o de la maniobra ejecutada, disminuyendo su “agarre”.

La oposición a esta medida no tiene sustento lógico ni legal: si la velocidad máxima permitida en rutas y en todo el país es de 130 kilómetros horarios, los que se opongan ¿estarán reclamando el “derecho” a infringir la ley? ¿Reclamarán el “derecho” a ser irresponsables? ¿El “derecho” de accidentarse a la velocidad que deseen?

Por último, el Estado tiene la obligación y –aquí si- el derecho de proteger a los ciudadanos que sí cumplen la ley, y que muchas veces se ven involucrados en accidentes múltiples en los que su única participación activa fue conducir correctamente, a la velocidad adecuada, y que no tienen porqué ser víctimas de aquellos que por impericia, negligencia o simple inconsciencia, deciden apostar sus vidas en una ruta.

Enrique Gil Ibarra

Fuentes:

Asociación Argentina de Carreteras

Centro de Experimentación y Seguridad Vial

Revista Rumbos

Diario Jornada

Luchemos por la Vida

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