viernes, diciembre 07, 2007

De la libertad y otras cosas terribles

Por Carola Chavez (Venezuela)

Si la libertad se pudiera obtener en una tienda, digamos, en una ‘’libertadería’’, ¿cómo haríamos para que nos dieran exactamente lo que queremos?, ¿Sabríamos exactamente lo que estamos pidiendo?

El problema con la libertad es que no es una torta de chocolate. Cuando vamos a una pastelería y pedimos una torta de chocolate, sabemos todos a que nos referimos, sabemos que tiene huevos, azúcar, harina y, por supuesto, chocolate.
Las hay mas chocolatosas, esponjosas, pegostosas, pero todas absolutamente tienen unos ingredientes básicos que le dan la denominación de torta de chocolate.
La libertad por ser un concepto abstracto, acaba en la misma categoría confusa que la belleza. Se ha hablado mucho de ella, se han escrito tratados, desde que el mundo es mundo, sobre un ideal, pero no nos hemos puesto de acuerdo en que carajo es ese ideal.
Millones de citas contradictorias encontré en internet. La libertad vista desde ángulos tan opuestos que, en algunos casos, pareciera que se habla de todo lo contrario: La esclavitud.
Hay quienes aseguran que la libertad es un derecho individual, que es al derecho de decidir hacer o no hacer algo y luego asumir las consecuencias. Y yo me digo: eso está muy bien pero, si yo hago algo que me da la libre gana de hacer, ¿Ante quien asumo las consecuencias? ¿Ante el cosmos? ¿Ante Dios? ¿Ante la posible víctima de mi ejercicio de libertad? ¿Ante mi comunidad?
Esta libertad individualista no acepta el que el termino justicia vaya ligado a la misma, para ellos son dos cosas distintas que nada tienen que ver la una con la otra. Libertad sin justicia, me explican, libertad de ‘’elegir’’ entre hacer el mejor esfuerzo, de desarrollar tus potenciales al máximo o no hacerlo, aquí la justicia nada tiene que ver.

La justicia, siempre por separado, para estas personas es algo muy simple: ‘’quien se destaque más, obtiene más’’, al menos así me explicaba un defensor de esta posición. Y digo yo: Y ¿la equidad dónde queda?.
Según mi amigo, la equidad es injusta ya que todos no se ‘’destacan’’ de igual manera, así que no queda.
Hilando esta conversación me doy cuenta de que la libertad para estas personas es un privilegio, que existe independientemente de que todos puedan disfrutarla, que es libre quien tiene suerte, ya no todos tenemos las mismas posibilidades de elegir entre ser doctor o barrendero, pero aún así nos hacen todos responsables por las vidas que nos han tocado. Al fin y al cabo, los pobres son pobres porque lo ‘’eligieron’’ así.
Su argumento se sustenta con frases sacadas de libros de auto-ayuda: ‘’quien quiere puede’’, con historias tomadas con pinzas sobre alguien que salió de la miseria y ahora es doctor. Son esas escasas excepciones, tan raras que merecen titulares en la prensa, a las que ellos aplauden y utilizan para demostrar su tesis.

Concluyen aseverando que hay quienes se niegan a ser libres, quienes tienen mentalidad de esclavos, y por eso se marginan y no destacan. Aseguran que aportar soluciones es esclavizar, que la solidaridad solo se ejerce cuando uno ve a el ahogado pataleando. Hay que merecer solidaridad, tiene que juzgar quien te podría tender la mano si considera que te esfuerzas lo suficiente como para ser salvado.

Es la ley de la selva para seres humanos racionales y ‘’destacados’’. Y pienso en National Geografic y los leones comiéndose, sin un ápice de piedad a los animales enfermos, a los más viejos, a los más débiles, a las crías de cuanto herbívoro tonto, que eligió no nacer con colmillotes y garras. Porque es cuestión de elegir... ¿O no?
Libertad electiva que convenientemente produce esclavos acobardados ante tal elección. Libertad individual que no acepta ser coartada por la las necesidades de otros. Libertad depredadora, egoísta y alienante. Libertad que puede elegir no ser solidaria, justa, y que solo responde a quien la ejerce, a quien ‘’se hace responsable de sus actos’’. Libertad que no se negocia, aunque atropelle, excluya, y niegue la libertad de los demás.

Tomo dos litros de Primperán porque esto es demasiado para mi delicado estómago…

Luego pienso: si vivimos, desde que el mundo es mundo, en compañía de otros seres humanos, porque el hombre es un animal social, o lo era hasta que esta ola individualista comienza a apoderarse de nosotros en la medida en que somos más ‘’civilizados’’.
Yo recuerdo una de las cosas que más me mortificaba cuando vivía en mayami, era la cantidad de gente que comía sola en los restaurantes que han sustituido a los acogedores y familiares comedores de sus casas. Es una estampa muy triste ver a alguien con un periódico cubriendole la soledad de la cara, sentado en una mesita con tres de sus cuatro sillas desocupadas, mientras espera callado un plato genérico y una sonrisa humana, aunque sea a cambio de una propina.

Y es que el individualismo aliena. Ya no somos grupales, la supervivencia depende de nosotros mismos. En esa lucha constante por ‘’destacar’’ es necesario pisar algunos callos ajenos, y hay recelo, desconfianza, emociones reprimidas porque las emociones son síntoma de debilidad y ya sabemos los que pasa con los débiles. Ya no somos humanos porque nos dejamos nuestra esencia ejerciendo la libertad.
Y yo me pregunto si vale la pena ser libre de ese modo, y me respondo que no, por supuesto. Porque esta no es la libertad que pediría en la ‘’libertadería’’, y si me la dieran, yo la echaría a la basura y escogería, tal vez, no ser libre y pediría libertad colectiva, por favor, y con azúcar. Esa que los individualistas rechazan por tener límites, según ellos, externos e impuestos que coartan la libertad y por ende la niegan.

El concepto libertad, creo haber entendido, surge en el mismo momento en que nos encontramos acompañados, es como el hueco que deja el diente caído que nos recuerda que allí había un diente.
Un hombre solo, cosa inimaginable a menos que seas el naufrago de las comiquitas, puede hacer lo que se le venga en gana y asumir las consecuencias de sus actos el solito, ya que el sería el único afectado por sus elecciones. Pero una vez que se une a otros, ese sin sentido que es la libertad absoluta, deja de serlo para convertirse en el hueco que dejó el diente caído.

Se hacen espacios para que la convivencia fluya, para que las metas comunes sean posibles de alcanzar. Se hacen comunidades, se establecen esas normas que le dan sentido a la libertad. Son justamente los límites los que nos recuerdan que tenemos libertad por paradójico que parezca.
La libertad colectiva implica necesariamente justicia, si todos no somos libres simplemente no hay libertad. También implica solidaridad, ya que para lograr la libertad de todos, todos debemos ayudarnos unos a otros. Con que exista un solo esclavo ya nos estamos negando la posibilidad de ser libres.
Esto es mucho para una cabeza solita, por eso es que somos seres grupales, por eso nos necesitamos y por eso debemos complementarnos en lugar de alienarnos.
Pensar en el bien individual sobre el bien común atenta contra la libertad. Es un o todo o nada que termina favoreciéndonos, que nos destaca en conjunto, que hace que cada uno de nosotros sea importante. Nos obliga a no dejar a nadie atrás, nos obliga a pensar antes de actuar, a no pisar callos ajenos.
En fin, que no es fácil ser libres, exige un esfuerzo constante de muchos, acarrea responsabilidades inmensas que deben ser compartidas. De allí surge la necesidad de vivir en comunidades, entendiéndose éstas como la suma de las personas que la forman mas algo, y ese algo es lo que los vertebra y es eso lo que da pie a la responsabilidad ya que puedes hacer cualquier cosa menos romper el hilo que une a la comunidad.
Visto de esta manera la libertad mas que un derecho es un deber.

Deberes, responsabilidades… ¿Quieren libertad?

Pues bien, manos a la obra y un frasquito de Lexotanil. Olvídense de ‘’destacar’’ si no están dispuestos a hacerlo en equipo. Noten que están pidiendo mas responsabilidades de las que han estados dispuestos a asumir hasta ahora. Sepan que el día que sean libres la vida se les volverá difícil, que tendrán la certeza de que la más mínima decisión que tomen podrá tener consecuencias terribles en algún lugar remoto. Que serán padres de cada uno de los niños que hay en el mundo, que serán hijos de todos los viejos. Que cada Coca Cola que se tomen les sabrá un poco a miseria, que cada franela Gap que usen les causará la picazón que produce la alergia a la explotación humana.

Sepan que no tendrán señora de servicio que les haga sus arepitas, porque no serán capaces de contratarla a menos que les puedan pagar una salario digno, y cuando digo digno me refiero pagar mas mucho más que el monto mínimo que establece la ley. Sepan que se les acabará el placer que les produce un mesonero adulador, que los beneficios grotescos que producen sus empresas les parecerán inmorales, que rechazarán las piñas coladas servidas a la orilla de una playa privada por un pobre diablo disfrazado de marinerito. Que descubrirán que su papá, ese doctor prominente, vale tanto como el papá de otro, aquel campesino incansable. Que despertarán con una opresión en el pecho por haber sido tan ciegos y se pasarán el resto de sus vidas luchando por recuperar el tiempo perdido.

La ‘’libertadería’’ está abierta: ¿Alguien quiere libertad? Les advierto que cuesta una pelota, pero bien vale la pena.

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