La segunda posición
Sin ánimo de polemizar, sugiero el replanteo del tema de la “tercera posición”, ya que a la luz de lo sucedido en el mundo en las últimas décadas, me parece desactualizado.
La primera posición era el individualismo liberal, triunfante a través de la Revolución Francesa, sobre el que se desarrolló el capitalismo industrial. Su consecuencia inmediata fue la “proletarización” de los trabajadores y la generación de una natural reacción contra las formas de explotación inhumanas que había implantado en las relaciones laborales.
La segunda posición sería la que representó la reacción contra esa explotación: el llamado socialismo “científico” originado en los estudios y propuestas de Marx y de Engels, que convocaban a la lucha de clases y a la solidaridad internacional de los “proletarios” del mundo, sin barreras nacionales, para implantar la “dictadura del proletariado” y comenzar la construcción del socialismo hasta llegar al paraíso comunista, donde no habría más clases ni explotación del hombre por el hombre, y ni siquiera Estado, pues desaparecería por innecesario, al ser concebido como un simple instrumento de explotación, al servicio de la clase dominante: la burguesía capitalista
Al margen de los erróneos presupuestos sobre los que se desarrollaron ambas posiciones y de lo indemostrable de sus propuestas en el marco del devenir histórico; la realidad que generaron fue: la de la explotación del hombre por el hombre en la primera y la de la explotación del hombre por el Estado, con la consecuente pérdida total de la libertad individual, en la segunda.
Salvando la diferencia de que la tercera posición no es EL justicialismo, sino uno de sus postulados, a partir de la caída del muro de Berlín, la desintegración de la URSS y la conversión de China a un capitalismo de Estado, y al dejar de existir un mundo bipolar con potencias ideológicamente adversarias, no puede menos que reanalizarse nuestra posición como peronistas al respecto.
Occidente y Oriente hoy son aliados objetivos. Su pelea por la dominación mundial no es un problema de pretender diferentes caminos para el planeta, sino por predominio en el control de un único camino. Desde ese punto de vista, el planeta ya no se divide en países capitalistas o comunistas, sino en ricos y pobres y, dentro de esta última división, países pobres productores de materias primas/recursos naturales y países pobres carentes de los mismos.
Esos países pobres, (que ya no pueden ser denominados “tercer mundo”, puesto que uno de los dos primeros desapareció y se integró al primer mundo capitalista) sufren por esa división de posibilidades productoras dos diferentes destinos prefijados por el Imperio:
Los países pobres sin recursos naturales estratégicos (petróleo, agua, minerales) ni materias primas excedentes (commodities) tienen paradójicamente una superpoblación importante. La solución prevista por el stablishment de los países centrales es su extinción. No existe otra explicación para que continentes como Africa, por ejemplo, sean abandonados a su suerte desde hace décadas, sin más “ayuda” que la proporcionada por la ONU (aspirinas para el cáncer) o el Banco Mundial. Creo, aunque se me pueda acusar de paranoico, que el objetivo a largo plazo es obtener como resultado enormes extensiones casi vírgenes, que puedan utilizarse como nuevos graneros con tecnologías sofisticas, y utilizando a la población remanente (los sobrevivientes de las hambrunas, SIDA y sequías) como mano de obra cuasi esclava.
Los otros países pobres, (incluyo en esta categoría a aquellos países potencialmente ricos (como los países árabes, productores de petróleo) pero con pueblos pauperizados, estarían previstos por los países centrales como productores de alimentos hoy y como reservorios de recursos naturales en un mañana no tan lejano. Para ello, la necesidad imprescindible es mantenerlos como colonias o semi colonias disfrazadas.
Es en este marco obvio (y perdón por plantear lo evidente), que nuestra situación doctrinaria de “tercera posición” varía sustancialmente. Sabemos, como planteaba Perón, que la liberación definitiva de la Argentina es imposible sin que avance el criterio continentalista que permita unir, en una comunidad de intereses a aquellos países latinoamericanos que comparten nuestros problemas y que son, por lo tanto, aliados objetivos en esta lucha.
En el tiempo, nadie discute que podemos sacudirnos de encima el dominio o el peso del Imperio como país aislado. Pero ¿cuánto duraría esa “liberación nacional” si no pudiéramos apoyarnos en otras naciones?
La tercera posición de Perón significaba un equilibrio de poderes: al no optar ni por uno ni por otro imperialismo, el planteo estratégico del General se sustentaba en que podíamos mantener una independencia “negociando” con ambos sectores, ya que cualquier avance de uno de ellos, ocasionaba la respuesta del otro (esferas de influencia). Al desaparecer uno de los factores de poder, se impone un replanteo de la situación y de la estrategia.
Hoy, con un mundo globalizado por el capitalismo, un desequilibrio en América Latina, por ejemplo, se compensa en Afganistán, o en Turquía, o en Irak.
Nuestra tercera posición, entonces, implicaría desconocer esta nueva realidad.
Me parece que debemos reflotar la teoría de Fanon de países centrales y países periféricos, ya que es la que creo mejor se adecua a esta situación, y a partir de allí generar una nueva concepción de la ubicación y el rol que el peronismo (y por consiguiente la Argentina) deben jugar en el contexto geopolítico.
La división países pobres/ricos es la actual división del mundo, y esto implica la diferenciación ideológica. Las alianzas estratégicas actualmente están marcadas por esa línea, y no por otras.
Nos guste o no, estamos integrados en un segundo mundo dependiente. Nuestra “segunda posición” me parece ineludible.
Enrique Gil Ibarra
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