jueves, noviembre 08, 2007

¿De qué hablamos?

(Publicada poco antes de las elecciones 2007 en Capital Federal)

Me parece que estamos perdiendo el eje de la cosa. ¿De qué kirchnerismo me hablan? ¿Qué es el kirchnerismo? ¿Qué es el anti kirchnerismo? Yo soy peronista.
Constantemente el campo popular ha permitido que lo desvíen del camino nacional con este tipo de disquisiciones, que enmascaran el punto central:

El proyecto de país sólo puede ser impulsado por el peronismo, en la medida que no existe en este contexto histórico otra fuerza que logre subsumir en su estructura interna varias condiciones:

- Un concepto nacional de comunidad organizada
- la aceptación popular del “objetivo nacional”
- Un movimiento (no partido) que ha demostrado que logra sobrevivir pese a la desaparición de su líder, las acusaciones de “caudillismo” y las diferentes concepciones ideológicas de sus integrantes.

Los sucesivos “líderes” del movimiento peronista son coyunturales. No otra cosa que la explicitación emergente de los conflictos internos del movimiento. No modifican el proyecto ni lo representan en sí y por si, sino que descubren (evidencian) los variables equilibrios de poder dentro del mismo.

Pero no han “creado” un proyecto nacional. En realidad, todos los peronistas sabemos cual es el proyecto nacional. Lo que no podemos resolver son los matices del mismo. Si yo digo Independencia económica, Soberanía política y Justicia social, tanto Jerónimo como Mazorca, el Pampa y Horacio me entienden. Lo que seguramente no tenemos es el contexto exacto de la definición, porque ésta corresponderá a la coyuntura de poder que vayamos enfrentando.

Sabemos que la Independencia económica y la Soberanía política implican la desarticulación de los poderes pro imperialistas y oligárquicos en nuestra patria. ¿Cuál será el límite de esa desarticulación? La realidad nos lo indicará en la medida de las necesidades, la conciencia y la lucha populares. Es tan absurdo pensar que yo (desde mi posición de “zurdo peronista” reclame hoy la expropiación de las multinacionales, como que Jerónimo (desde su posición de “facho peronista”) se oponga a ellas. En última instancia, no seremos ni yo ni Jerónimo los que decidamos. Será el consenso nacional, el Movimiento organizado y un Gobierno Popular los que establezcan esos límites, que irán variando en la justa medida del poder alcanzado.

Lo mismo ocurre con la Justicia Social. ¿Nos preocuparemos hoy por saber si corresponde al pueblo un 48% del PBI? ¿Diré yo que “menos del 51% es reformismo”? ¿Asumirá Jerónimo que estoy exagerando? ¿O nos dirá el pueblo lo que considera justo en la medida que vaya avanzando en la conquista del poder?

Porque ése y no otro es el tema. La conquista del poder por el pueblo es lo que tiene que ver con el peronismo. Lo estratégico no es Kirchner, y tampoco Macri o Filmus. Las disquisiciones de la democracia liberal sirven para el pataleo de los intelectuales. En la práctica, una elección en Capital Federal (o una nacional) ni cambia ni modifica el sistema. Y es el sistema lo que debe ser cambiado por el peronismo.
Podrá alegarse, correctamente, que cada acción coyuntural representa un avance o un retroceso en el camino. Por supuesto. Pero no “es” el camino. Así como la historia no es lineal, cualquier coyuntura representa tanto una crisis como una oportunidad. Putear por la “no perfección” de la coyuntura responde a una de dos posiciones incorrectas:

a) Seguimos sin comprender (en la práctica) que la realidad la modificamos los pueblos, y no los líderes.
b) Seguimos pensando (en la práctica) que la agudización de las contradicciones es un ideal revolucionario.

En cualquiera de ambos casos, perdemos de vista las necesidades y objetivos del protagonista principal, que sigue siendo el pueblo argentino.

El equilibrio “forma parte” necesariamente de la construcción de poder popular y, por consiguiente, de la liberación. Nuestra tarea es modificar ese equilibrio, para que la balanza empiece a pesar más de nuestro lado. En ese marco, y en la medida en que nuestra opinión (aún) no puede modificar la realidad general, tanto uno como otro resultado de la elección capitalina no es importante. En cualquiera de ambos resultados nuestro trabajo no varía, simplemente se adecuará a las distintas opciones.

La tarea del adversario es convencernos de que el resultado es lo importante, para disfrazar el objetivo real. Como Kirchner, yo no pongo la mano en el fuego por nadie (tampoco por él). No es mi función defenderlo personalmente, ni criticarlo personalmente. No es mi simpatía ni antipatía personal lo que importa. Las políticas que implementa el Gobierno Nacional pueden ser “correctas”, “incorrectas” o “más o menos”. En la construcción del Proyecto Nacional, apoyaré lo correcto, criticaré lo incorrecto e intentaré que se arregle lo “más o menos”.
Si ganan Macri/Filmus en Capital, los compañeros peronistas deberán hacer lo mismo.

Porque lo importante no es “quién hace qué” sino nuestra concepción del resultado. Supongamos que Macri es un hijo de puta (certeramente): inevitablemente adoptará medidas que criticaremos. Supongamos que además puede “equivocarse” y adoptar alguna medida “correcta”. ¿La criticaremos porque es Macri? Lo mismo vale para Filmus.

Ninguno de los “líderes” coyunturales que puede ofrecernos una democracia liberal-burguesa podrá conformarnos, porque, si lo lograra, habríamos dejado de ser peronistas. Explicar y explicar y explicar porqué no nos conforman, es una pérdida de tiempo. Explicárnoslo a nosotros mismos es una autosatisfacción masturbatoria (con todo respeto).

La tarea –a mi juicio- es clara y concreta: reconstruir poder popular, en la medida que podamos. En nuestros ámbitos laborales, en las charlas de amigos, en los lugares de estudio o de cátedra.
¿La forma? Explicar qué es el peronismo. No lo que “no es”. Que sean los interlocutores los que decidan si Kirchner (o cualquiera) es o no peronista. Nuestra función no es criticar a los burócratas, a los “aggiornados”, a los liberales o a los gorilas, sino contribuir a marcar un rumbo nacional y dejar que ellos se opongan al mismo. Si el rumbo que marcamos es correcto, el debate redundará en nuestro beneficio.

El contexto histórico en el que nos hallamos es el de remontar el retroceso, recuperar el terreno perdido. No me pararé a pensar en lo hijo de puta que puede ser “el otro”, porque eso ya lo sé. Me detendré a elaborar políticas para aprovechar sus errores, sus vacilaciones y sus traiciones en beneficio del pueblo peronista. Si acertamos en ello, avanzaremos y, por consiguiente (en política no hay escaques vacíos) “el otro” deberá retroceder.
En última instancia, el triunfo no dependerá de lo “malo” o incapaz que sea el enemigo, sino de lo capaces que seamos nosotros (los peronistas) de demostrar que nuestra opción es la correcta y que representa el camino nacional y popular.

Saludos

hendrix