martes, mayo 19, 2009

Candidatos de la Divina Providencia

Por Ricardo Ragendorfer

Durante una comida ofrecida en la casa de un prominente hombre de la cultura que integraba el ARI antes de pasarse al kirchnerismo, Lilita Carrió, tras vaciar su copa de vino, dijo:

–A mí, Dios se me apareció dos veces.

Al concluir la frase, volvió a llenar la copa.
Los otros comensales asimilaron la confidencia cruzándose miradas incómodas; en cambio, el anfitrión atenuó la tirantez del momento con una fingida curiosidad.
Ello bastó para la mujer ampliara el asunto sin escatimar detalles. Entonces aseguró que las visitas divinas habían ocurrido de madrugada y que para ella fueron “muy angustiosas”. Finalmente, soltó:

–En ambas ocasiones, Dios me pidió que fuera presidenta.

Se podría poner en duda la veracidad de esa experiencia si otras personas que dejaron su huella en la Historia no hubiesen vivido situaciones análogas. Los ejemplos abundan.
A fines de 1998, el entonces gobernador de Texas, George W. Bush, recibió a su guía espiritual, el predicador metodista James Robinson. Sus palabras de bienvenida fueron:

–He oído el llamado…

–Lo sé. Soy testigo del crecimiento de tu fe.

–No me refiero a eso –aclaró Bush, agitando un brazo como para espantar a una mosca imaginaria.

Y entornando los ojos, prosiguió:

–He oído el llamado. Creo que Dios me quiere como presidente.

Ambos entonces se pusieron a rezar.
Ya se sabe el resto de la trama.
El dedo del Señor. Tal vez es una violación a las leyes de la historia que un ex alcohólico con un coeficiente intelectual inferior a la media se convierta en el presidente del país más poderoso del planeta. O quizás tamaña fatalidad sea parte de las mismas. De otra manera no podría explicarse el motivo por el que, desde la noche de los tiempos, la civilización se vio atravesada por personajes como Nerón, Hitler o Idi Amín. En este punto, la pregunta es: ¿el mundo sería igual si aquellos seres no hubieran existido? Es posible que sí. Aunque tal respuesta no es más que una especulación contrafáctica. En realidad, el tema cabalga sobre un enigma de otro signo: la siempre azarosa conjunción de hechos y circunstancias que suelen conducir a determinados hombres hacia el liderazgo político. O sólo hacia la ilusión de su logro. En muchos casos, por cierto, ese fenómeno de basa en la religiosidad de sus protagonista. Ya que es precisamente la vivencia mística lo que impulsa en ciertos sujetos la extraña creencia de que son los elegidos y que su misión no es otra que la de borrar el mal de la Tierra. Claro que la idea de predestinación absoluta no es novedosa; fue desarrollada a mediados del siglo XVI por Calvino, y supone la existencia de un grupo de hombres y mujeres que, aun antes de nacer, ya fueron elegidos en una suerte de casting celestial. En otras palabras, existiría un verdadero dream team, cuyos integrantes –los predestinados– no necesitan ser virtuosos, debido a que tienen asegurada la salvación eterna por el solo hecho de ser elegidos. Así funciona el mecanismo del “destino manifiesto”.

Pero ello no siempre es infalible. Por caso, se rumorea que Ricardo López Murphy también habría creído ser depositario de un mandato semejante. Al respecto, en un ya añejo reportaje en la revista Gente, su señora, doña Norma, deslizó:

–Ricardo se prepara desde siempre para ser presidente.

Sin embargo, durante la noche del 28 de octubre de 2007, el ex ministro de la Alianza no salía de su azoro: en los comicios presidenciales de ese día sólo había obtenido el 1,45 por ciento de los votos. Y su lectura de la derrota fue:

–Todo el mundo me saludaba en la calle. No entiendo cómo nadie me votó.

Lo suyo era casi un colapso teológico.
No menor es el fenómeno de la autopredestinación. En ese sentido, el de Julio Cobos es un ejemplo acabado. Más que por la voluntad divina, su llegada al centro de la escena fue resultado de una curiosa constelación de hechos, casi una comedia de enredos marcada por equivocaciones ajenas y la pura casualidad. Claro que su propia interpretación de ello tiene una melodía más solemne: “Es la segunda oportunidad en que la vida me pone ante una situación impensada”, llegó a decir el 2 de abril en el Salón Azul del Senado, a metros de donde yacía Raúl Alfonsín. Minutos antes, sin pudor ni testigos que avalaran sus afirmaciones, Cobos reveló que, en su lecho de muerte, el líder radical le dio la misión de “reconstruir la unidad del partido”. Había que ver a ese hombre durante el cortejo fúnebre hacia Recoleta, saludando con una mueca triunfal y los brazos en alto a la gente que había en los balcones. Fue como si Alfonsín hubiera muerto para él.

No deja de ser significativo el elevado número de seres supuestamente autopredestinados para llegar a la presidencia, un cargo que –sin mediar interrupciones institucionales– sólo puede ser ejercido por 10 personas en un lapso de 40 años.

Se sabe que Francisco de Narváez es uno de los que acarician esa esperanza, confiando en que una futura enmienda constitucional le sortee la imposibilidad de ser candidato a presidente debido a su pasaporte colombiano. Pero su empeño no deja de ser curioso: un acaudalado heredero que, de pronto, se obsesiona por gobernar un país, sin tener un pasado militante ni formación política y menos aún ideas originales. Tal vez para suplir tamañas limitaciones haya comprado en un remate –por 140 mil dólares– la biblioteca personal de Perón y su uniforme de gala. A ello se le debe agregar una inversión propia de aproximadamente 50 millones de dólares en la eterna campaña que el Colorado –tal como lo llaman sus seguidores– desarrolla para concretar su sueño. Un sueño que –según dicen– se forjó en una suite del Hotel Hyatt, cuando, a punto de volarse la tapa de los sesos con una Walther PPK, vio una luz al final del túnel. Y en esa luz estaba nada menos que el sillón de Rivadavia. Ese tipo, cuya cosmovisión oscila entre las baladas de Alejandro Lerner y la astrología, entonces comprendió una máxima de la milenaria sabiduría china: “Crisis es oportunidad”. Y sin dudarlo, corrió con premura a tatuarse ese ideograma en el cuello.

El destino tendrá la última palabra.

rragendorfer@miradasalsur.com

1 Comentarios:

A la/s 5:35 p. m., junio 02, 2009, Anonymous fuenteovejuna dijo...

Cuando leí la nota me acordé que cuenta Eduardo Galeano en Memoria del fuego (p. 305) que en 1898 el presidente Mc Kinley explicaba que los EEUU debían quedarse con las islas Filipinas por orden directa de DIos:
"Yo caminaba por la Casa Blanca, noche tras noche, hasta medianoche; y no siento verguenza al reconocer que más de una noche he caído de rodillas y he suplicado luz y guía la Dios todopoderoso. Y una noche, tarde, recibí Su orientación -no se cómo, pero la recibí: primero, que no debemos devolver las Filipinas a España, lo que sería cobarde y deshonroso; segundo que no debemos entregarlas a Francia ni a Alemania, nuestros rivales comerciales en el oriente, lo que sería indigno y mal negocio; tercero, que no debemos deárselas a los filipinos que no están preparados para auto-gobernarse y pronto sufrirían peor desorden y anarquía que en el tiempo de España; y cuarto que no tenemos más alternativa que recoger a todos los filipinos y educarlos y elevarlos y civilizarlos y cristianizarlos, y por la gracia de Dios hacer todo lo que podaos por ellos, como prójimos por quienes Cristo también murió. Y entonces volví a la cama y dormí profundamente:"
Tal vez Mac Kinley había tomado el mismo vino que la pitonisa platinada...
Saludos, te agrego a mis blogs
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