martes, agosto 03, 2010

La memoria de Fidel (el libro del Comandante)

En las primeras filas los Comandantes, capitanes y soldados de la Sierra Maestra. Esperan como todos, conversando con los compañeros que ocupan los asientos cercanos, en el saloncito del Palacio de las Convenciones. La Heroína del Moncada, Melba Hernández, y Teté Puebla, hoy General de Brigada, son las mujeres en primera fila.

A Melba la saluda de primera, con un beso y un abrazo, y va poco a poco, dedicando a todos una frase cariñosa, un gesto alegre. A Fidel se le ve feliz en este reencuentro con sus compañeros de lucha de toda una vida: Ramirito, Guillermo, Furry, Polito, Espinosa, Efigenio, Quinta Solá, Lussón… Los va llamando por el nombre de pila, dándose de vez en cuando golpecitos en la frente como si cada rostro le devolviera antiguas imágenes a la memoria. “Organizando mis recuerdos”, dirá después, cuando hable de la intensa búsqueda documental que necesitó para escribir La victoria estratégica, el libro que presenta hoy ante sus “muchachos”, los que lo acompañaron en los primeros y en todos los combates, los que han vuelto a tener ahora 15, 20, 30 años. Como Teté Puebla, que tenía 16 años cuando comenzó a colaborar con Celia Sánchez. Pero de eso hablaremos al final.

Katiuska Blanco, la investigadora que tuvo a cargo de la edición de Por todos los caminos de la Sierra: La victoria estratégica, que es el título que aparece en la cubierta, inicia la presentación del libro. “Comenzó a escribirse realmente en la Sierra Maestra, de manera heroica, cuando eran 300 combatientes contra 10 000 soldados del Ejército de Batista. Aunque quienes enfrentaron inicialmente la Ofensiva eran menos; se fueron reorganizando después”, dice Katiuska, autora de Todo el tiempo de los cedros, sensible mapa de la familia Castro Ruz, publicado en el 2003.

Katiuska recuerda a Celia Sánchez, que recopiló cada papelito escrito en la Sierra Maestra, y después del Triunfo de la Revolución organizó un pequeño equipo que recorrió las montañas por donde habían pasado los rebeldes, para que investigaran en el terrero y tuvieran por guía la memoria de los protagonistas. Gracias a ese esfuerzo nació la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado que preservó los documentos, partes militares transmitidos por la emisora Radio Rebelde, los mensajes de los jefes guerrilleros y los testimonios de cientos de personas.

En estos se apoyó el Comandante en Jefe para rearmar minuciosamente los días de 1958, cuando el Ejército de la dictadura lanzó su ofensiva contra el Primer Frente Rebelde y la tenaz defensa de ese territorio por las fuerzas guerrilleras, en el firme de la Sierra Maestra.

Katiuska resume emocionada lo que cree perdurará de este esfuerzo editorial: “Fidel, histórico líder de la Revolución cubana, con su sello peculiar de guerrillero escritor, con un estilo literario ágil y fresco -que podríamos definir de una sencillez hemingweyana por el perfeccionismo de la búsqueda del mejor vocablo, la limpieza del lenguaje y la profundidad y simbolismo de las ideas expresadas-, devela para el futuro las claves del triunfo de unos pocos combatientes contra todo un Ejército, armado y equipado hasta la desmesura.”

LOS RECUERDOS SE VAN ORGANIZANDO

Sorprendido por la belleza del libro y emocionado por los recuerdos. “Es algo especial que uno siente al recordar todo aquello”. Ese fue su primer comentario. Luego el acierto de escoger para la portada, no una foto, sino ese mapa hecho por él en los históricos días de enfrentamiento a la Ofensiva del Ejército de Batista en agosto de 1958: “ahí está todo, el Turquino, (el alto de) Joaquín, La Jeringa, la tiendecita…” precisa y recuerda cómo le gustaban esos sitios, especialmente el Turquino y Joaquín, “porque había fresco que después se volvía frío…”

“Para mí no resultó muy difícil con todo el trabajo que habían hecho ellos durante varios meses”, comenta Fidel refiriéndose a Katiuska y el equipo de la Oficina de Asuntos Históricos, “que todavía están desempolvando papeles, un montón de papeles”, y pide que le traigan una muestra de lo que ha estado revisando en los días previos a este encuentro para… otro libro en preparación. Le alcanzan una verdadera montaña de expedientes que pone sobre la mesa, los ojea y mientras estos vuelven a su lugar, dice, mirando al Comandante de la Revolución Ramiro Valdés que asiente con la cabeza: “Los recuerdos se van organizando”.

Habla luego de la Introducción y la Autobiografía, como las partes a las que dedicó su mayor esfuerzo en la etapa final, pero insiste en destacar el trabajo colectivo en la localización de fotos, mapas, mensajes, datos generales.

Después entra directamente en el contenido del libro, en el que trabajó duramente desde junio de 2009. Se centra en la importancia del último parte de la Ofensiva, emitido por Radio Rebelde el 7 de agosto de 1958, y que aparece reseñado en el capítulo 25 “El balance final de la batalla”. Katiuska le indica la página que está buscando, la 701, y escuchamos:

"Fue una victoria rotunda de nuestras fuerzas guerrilleras"

Con la retirada de la últimas unidades del Ejército de la tiranía de Las Mercedes quedó derrotada de forma aplastante y definitiva la gran ofensiva enemiga contra el territorio rebelde del Primer Frente de la Sierra Maestra, durante la cual el mando militar de la dictadura lanzó sus más poderosos recursos en un intento final por destruir el núcleo central guerrillero.

El valor, la tenacidad, el heroísmo y la capacidad de los combatientes rebeldes en la férrea y organizada defensa de las posiciones, y la aplicación contundente de todas las formas tácticas de acción de la guerrilla, desbarataron la ofensiva en 74 días de incesante e intenso batallar.

Dentro de esa brillante actuación de todos nuestros combatientes, contribuyeron en particular a este desenlace victorioso, un grupo de aguerridos y eficientes capitanes que actuaron en la primera línea de combate, con inteligencia y coraje, al frente de sus hombres.

En este balance final es obligado destacar, en primer lugar, al Che y Camilo, quienes cumplieron cabalmente con su papel de ser mis principales lugartenientes en diferentes momentos, así como a Andrés Cuevas, Ramón Paz, Daniel, Angelito Verdecia, Ramiro Valdés, Guillermo García, Lalo Sardiñas y Pinares, entre otros.

Como escribí en el parte leído por Radio Rebelde el 7 de agosto, apenas al día siguiente de concluida la Batalla de Las Mercedes:

La ofensiva ha sido liquidada. El más grande esfuerzo militar que se haya realizado en nuestra historia Republicana, concluyó en el más espantoso desastre que pudo imaginarse el soberbio Dictador, cuyas tropas en plena fuga, después de mes y medio [de] derrota en derrota, están señalando los días finales de su régimen odioso. La Sierra Maestra está ya totalmente libre de fuerzas enemigas.

En ese punto detiene la lectura y recuerda un nombre. Pregunta por el Teniente Puertas y le responden que murió hace unos cuatro años. Se le advierte el gesto contrariado de un lamento que no pronuncia, pero que está en el espíritu de sus palabras.

Todo el tiempo hablará de los combatientes por sus nombres, recordará con emoción el valor, el arrojo, la manera en que fueron alcanzando la categoría de héroes aquellos muchachos sencillos crecidos en el combate, como el Vaquerito, que ganó su nombre por las botas y el sombrerito que usaba y llegó a ser el legendario jefe del Pelotón Suicida, tan decisivo en la victoria de la Batalla de Santa Clara.

LA VERDAD SIEMPRE

El espíritu humanitario y la vocación justiciera de la Revolución cubana no es un hecho reciente, sino una esencia. El Ejército Rebelde atendía y curaba a sus prisioneros, a tal punto que alguna vez Fidel pensó que muchos de aquellos soldados integrarían el nuevo ejército tras la victoria, solo que ya para entonces había una masa nueva y pura, salida del pueblo, que se uniría a las filas de lo que serían las Fuerzas Armadas Revolucionarias: “La vida, al fin, desbordaba nuestras predicciones y sueños”, sentencia.

En esa misma línea de razonamientos, anuncia otro libro en preparación que da continuidad a éste en el sentido de que narra “la contraofensiva estratégica final del Ejército Rebelde”, un regalo enorme para él por todo lo que tiene que ver y recordar.

Se refiere a los Partes de Guerra de Radio Rebelde y enfatiza que el arma principal del Ejército Rebelde fue siempre la verdad. Lee uno de estos Partes, el del 17 de octubre de 1958, después de lo que él llamó un revés táctico. Desde sus primeros párrafos estremece la sala donde nos encontramos:

Un revés táctico puede ocurrir a cualquier unidad en una guerra, porque el curso de la misma no tiene que ser necesariamente una cadena ininterrumpida de victorias contra un enemigo que ha contado siempre con ventajas de armamentos y recursos bélicos que ha llevado sin embargo la peor parte en esta contienda.

Consideramos un deber del mando de nuestro ejército informar de cualquier vicisitud que pueda ocurrir a cualquiera de nuestras fuerzas en operaciones por cuanto entendemos como norma moral y militar de nuestro movimiento que no es correcto ocultar los reveses al pueblo ni a los combatientes.

Los reveses hay que publicarlos también, porque de ellos se derivan lecciones útiles; para que los errores que cometa una unidad no los cometan otras, para que el descuido en que pueda incurrir un oficial revolucionario no se repita en otros oficiales. Porque en la guerra las deficiencias no se superan ocultándolas y engañando a los soldados, sino divulgándolas, alertando siempre a todos los mandos, exigiendo nuevos y redoblados cuidados en el planeamiento y ejecución de los movimientos y acciones.

“Nosotros solo decíamos la verdad. Si poníamos un fusil de más, engañábamos a nuestros propios compañeros. Decir la verdad fue un principio elemental que nunca falló”, añade Fidel.

El Parte detalla cómo una columna rebelde cayó en una emboscada y fue masacrada posteriormente sin piedad por un sargento de la tiranía batistiana que allí ganó el título de “carnicero”.

“¿Quién entrenó a ese ejército de torturadores, quién le suministró las armas, los tanques, los aviones, las fragatas, quién los enseñó a matar prisioneros y a torturarlos? El imperio, el gobierno de los Estados Unidos, ese mismo que ahora tortura a Gerardo (Hernández) sin justificación alguna, ¿por qué?, ¿hasta cuándo va a durar eso?”, se pregunta Fidel.

Cierra así un análisis que enlaza las historia de hace medio siglo con la actual en el permanente y nunca abandonado propósito imperial de someter a la nación cubana, sin reparar en métodos por repugnantes y cobardes que puedan resultar.

Marta Rojas, periodista y escritora, testigo del Juicio del Moncada, recuerda que hace 57 años, un primero de agosto, ella escuchó la voz de Fidel en una emisora local de Santiago de Cuba. Acababa de ser capturado por el teniente Sarría, que lo condujo al vivac de Santiago de Cuba. ¿Pensó en la metodología que lo llevaría después a la lucha clandestina, a México, al Granma, a la Sierra?, pregunta Marta. “No”, responde Fidel. “Estaba muerto ya casi”, aludiendo al hecho de que no pensaba que podría sobrevivir después de la captura.

Los historiadores Francisca López y Rolando Rodríguez indagan por la ideología del líder del Asalto al Moncada. “Tuve el privilegio de estudiar; y estudiando me convertí en marxista, leninista y martiano… Éramos marxistas-leninistas radicales y estudiábamos el marxismo. Pero por una cuestión táctica no lo decíamos. Usted no va tomar una fortaleza lanzándose de cabeza para chocar contra ella. Usted da la vuelta, la rodea…”

Termina el diálogo, y una inolvidable fila de jefes y soldados del Ejército Rebelde espera para que él les firme el libro. No alcanzamos a escuchar lo que él les dice, pero está indudablemente feliz. Se ríe por momentos como un niño.

Teté Puebla sale con su libro de la fila, tiene lágrimas en los ojos. Lo acaricia. Ha descubierto un pasaje donde Fidel la menciona: “La mensajera a la que hacía referencia el Che resultó ser Teté Puebla, eficaz colaboradora de Celia, quien tuvo una participación destacada en este episodio (se refiere a la entrega de los prisioneros tomados en la batalla de El Jigüe) y más adelante sería la segunda jefa del pelotón femenino Marina Grajales”.

“Yo tenía 16 años, una muchachita. No querían darme tareas serias”, le comenta Teté a un compañero. “Y mira a la muchachita aquí…¿Quién me hubiera dicho que iba a volver a vivir mis 16 años?”

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